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BUSH EN EUROPA | Reunión de la OTAN

Las ocasiones perdidas del Kremlin

La involución de la democracia en Rusia y los desacuerdos sobre Irak e Irán han enfriado desde el 11-S la relación entre Bush y Putin

Pilar Bonet

Los problemas de la democracia en Rusia no tienen por qué frenar la colaboración con EE UU en materia de seguridad y no serán el tema central de la cumbre entre Vladímir Putin y George W. Bush mañana en Bratislava, sostiene Mijaíl Marguélov, presidente del Comité de Asuntos Internacionales del Senado ruso. "Con una Administración republicana en Washington, las relaciones entre EE UU y Rusia no empeorarán, aunque la situación de la democracia empeore aquí. Bush no es Jimmy Carter y los derechos humanos no son el tema central para él", añade.

En la primavera de 2001, Putin y Bush se vieron por primera vez en Liubliana y congeniaron. El 11-S abrió nuevas posibilidades de cooperar en la lucha antiterrorista. Sin embargo, casi cuatro años después, el balance es de oportunidades perdidas y estancamiento. "No hay contraindicaciones" para fortalecer el vínculo entre Rusia y EE UU, pero tampoco hay "estímulos", opina Marguélov. "La oportunidad de transformar la relación en una alianza no se aprovechó, porque en ambas partes hay muchos veteranos de la guerra fría activos", señala.

"No estamos interesados en que Irán tenga armas nucleares, pero sí en cooperar"
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Los logros reales en estos años son escasos, reconoce. En el campo de la no proliferación, no se ha evitado que aparezcan nuevos Estados nucleares como Corea del Norte. En el diálogo energético, EE UU "tiene más interés en el control de los recursos globales que en diversificar sus fuentes de suministro de combustible". En la lucha antiterrorista, "Occidente continúa dividiendo a los terroristas en propios y ajenos" y "la colaboración es insuficiente para una lucha eficaz". Es más, afirma, "han surgido contradicciones suplementarias, por ejemplo en Asia Central, donde la presencia norteamericana contribuye a aumentar nuestra propia seguridad, ya que ellos resolvieron el problema de los talibanes, pero también limita la influencia rusa en la región". "Hasta cierto punto, la culpa es nuestra, porque desde que se fundó la Comunidad de Estados Independientes no hemos llenado el vacío político y militar de Asia Central".

El desafío global más peligroso viene hoy de Irak. "Si Irak revienta y surge Kurdistán, entonces reventará Turquía y reventará Siria", pronostica Marguélov, que se formó como arabista, pero que trabajó como asesor en consultorías financieras estadounidenses. "Washington es demasiado optimista sobre los chiíes, que en Irak son apoyados en gran medida por Irán, de tal modo que EE UU está en una situación muy extraña y las cosas le salen de modo opuesto a lo que quería", dice.

Desde la perspectiva de Washington, Rusia juega juegos no menos peligrosos con Irán, al cooperar en la central nuclear de Bushehr, y también con Siria, al venderle sistemas antiaéreos. "Rusia ha heredado de la URSS una industria nuclear de la época de la guerra fría y debe emplearla de alguna manera". "No estamos interesados en que Irán tenga armas nucleares, pero sí en cooperar en el campo de la energía atómica. A la hora de proponer a Rusia proyectos en este campo, los norteamericanos no han pasado de las declaraciones".

Por analogía con Irak, Marguélov desconfía de las informaciones norteamericanas sobre las intenciones de Irán. "EE UU acusó a Sadam de poseer armas de destrucción masiva, que nunca encontró". "Comprendemos que la bomba nuclear en el mundo islámico es muy peligrosa. Yasir Arafat le pidió reiteradamente a la URSS que le diera armas nucleares, pero ni el más loco de los líderes soviéticos le tomó en serio".

"A Siria le vamos a suministrar un sistema de misiles antiaéreos que no es transportable y que no está sometido a ninguna restricción. Se monta en un coche o en un tanque y no puede venderse como un fusil en la tienda. No estamos interesados en que Siria suponga una amenaza para Israel. La muerte de Arafat ha abierto nuevas posibilidades en Oriente Próximo", señala.

¿Presionará el Kremlin a Damasco para que retire sus tropas de Líbano? "Nunca fuimos grandes partidarios de la presencia siria en Líbano. Moscú dio a Bachar el Asad un mensaje bastante claro para que legitime sus relaciones con Líbano. Es frustrante que los sirios no pudieran acabar con la actividad de Hezbolá. Si su presencia no es eficaz, las fuerzas sirias seguramente deberían marcharse y encontrar otra forma de colaborar con los dirigentes de ese país. Por muy extravagante que la idea parezca hoy, sólo será posible acabar con la actividad de los grupos radicales en Líbano cuando los servicios especiales de Siria, Israel y Palestina colaboren", concluye.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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