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VIAJE DE BUSH A EUROPA

Bush vuelve a Europa con la mano tendida

El presidente y los líderes de la OTAN y la UE buscan recuperar la confianza tras la crisis de Irak

George W. Bush elige Europa -la OTAN y la UE, Alemania y las nuevas democracias del Este- como primera visita al exterior después de su toma de posesión. El presidente, respaldado por una victoria electoral que pocos europeos querían y pronosticaban, habla un lenguaje distinto y enfoca de otra manera los problemas pendientes. Pero la crisis de Irak y otros desencuentros de los últimos cuatro años han causado un alejamiento que será difícil de superar y que probablemente haya alterado de manera definitiva la relación entre europeos y norteamericanos.

"América y Europa son los pilares del mundo libre", dijo ayer el presidente en su mensaje radiofónico semanal, y añadió: "Los líderes de ambos lados del Atlántico entienden que las esperanzas de que haya paz en el mundo dependen de la continua unidad de las naciones libres. No aceptamos la falsa caricatura que divide a los occidentales entre un EE UU idealista y una Europa cínica". Caricaturas o no, la división está ahí, y la lista de problemas pendientes o potenciales es larga: la reconstrucción de Irak, el programa nuclear de Irán, el desbloqueo de las negociaciones entre israelíes y palestinos, la anulación del embargo de venta de armas europeas a China o la ausencia de EE UU en la Corte Penal Internacional y en el Tratado de Kioto, por mencionar algunos.

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Tampoco es ninguna caricatura el hecho de que la opinión pública europea, de forma mayoritaria, crea que Bush es una amenaza para la paz mundial. Pero el presidente ha cambiado la música -está por ver si hay alguna modificación en la letra- que le acompañó desde los atentados del 11-S y en su relación con los europeos, y dice que "incluso los mejores amigos no están de acuerdo en todas las cosas". Condoleezza Rice, la voz de EE UU en el mundo, ya adelantó en enero que "ha llegado el momento de la diplomacia". Sin duda con retraso, pero, en cualquier caso, EE UU tiende la mano a Europa tras la peor crisis desde la II Guerra mundial y Bush asegura que las relaciones transatlánticas "son ahora tan vitales como siempre han sido".

¿Son cantos de sirena para arreglar los platos rotos sin aceptar rectificaciones en la estrategia internacional de la Casa Blanca? "El tono es importante; es diferente", subraya Ivo Daalder, de la Brookings Institution, en el curso de uno de los numerosos debates que los think tank de Washington han mantenido en los últimos días sobre la visita de Bush. Pero hay algo más que palabras, en su opinión: "Claramente, Bush ha aprendido en su primer mandato que hay límites para lo que EE UU puede hacer por su cuenta", desde Irak hasta la guerra contra el terrorismo, pasando por la forma de abordar el problema nuclear de Irán y Corea del Norte o la proliferación de armas de destrucción masiva.

En el mismo debate, Philip Gordon -uno de los impulsores de la propuesta de 61 personalidades de EE UU y Europa a favor de un nuevo pacto transatlántico- sostiene que "la Administración es sincera cuando dice que ha llegado el momento de la diplomacia y que quieren mejorar las relaciones". Pero, en su opinión, si no se va más allá "de las palabras bonitas, los europeos escépticos no responderán, y necesitamos que lo hagan; eso requiere compromisos y decisiones difíciles por ambas partes". Stephen Hadley, nuevo consejero de Seguridad Nacional de Bush, dijo el viernes a periodistas norteamericanos y corresponsales extranjeros que "EE UU y Europa van a trabajar juntos para desarrollar una agenda común y avanzar", y que se van a hacer "esfuerzos para encontrar terreno común", desde los problemas antes mencionados hasta otros en los que los estadounidenses están dispuestos a adoptar una posición más constructiva, como la admisión de que les preocupa el cambio climático y la contaminación.

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¿Qué es nuevo en esta fase que se abre? Varias cosas. Bush ganó con claridad unas elecciones que en el resto del mundo -salvo marcadas excepciones- hubiera perdido, con lo que los europeos -y los rusos, chinos, sirios e iraníes- se han hecho a la idea de que no es un presidente accidental. Ha habido también elecciones en Irak, lo que -a pesar de todos los problemas de seguridad y de desarrollo pendientes- abre la posibilidad de una mayor cooperación europea con un Gobierno provisional que tiene la legitimidad de la que carecían los ocupantes y su Administración iraquí. Y en el marco de realismo a la fuerza que ha adoptado Bush hacia el exterior -la política de extender la libertad y acabar con las tiranías, matizada por las experiencias y los límites a los que se refería Daalder- EE UU parece haber redescubierto las ventajas de la diplomacia.

En el caso europeo, además, la crisis de Irak "ha hecho entender a Bush y a su Gobierno que una Europa fuerte y unida es preferible a unos aliados débiles y divididos", según Daalder, que destaca que la secretaria de Estado acaba de enviar el mensaje, por primera vez en cuatro años, de que "EE UU apoya la unificación europea y una voz única y fuerte" y que añade que "sería un gran error que el presidente pensara que va a lidiar con la misma Europa que ignoró hace unos años". Europa ha cambiado, se ha afianzado, ha crecido "y ha aprendido de Irak que, cuando está dividida, no va a ningún lado".

Ni los encuentros bilaterales importantes de Bush -con el francés Jacques Chirac, con el alemán Gerhard Schröder y con el ruso Vladímir Putin- ni la lista de problemas abiertos indican que el camino de la recuperación de la confianza va a ser sencillo. El presidente sacará partido de las oportunidades fotográficas de la gira -con los dirigentes de la OTAN y la UE y con los protagonistas de la lucha por la libertad en el centro y este de Europa- y tratará de mantener el tono optimista. Sus objetivos son conseguir acuerdos -que la OTAN anuncie la contribución colectiva de todos sus miembros a la formación de tropas iraquíes-, afianzar la necesidad de entendimiento en Oriente Próximo -ayudar a la negociación entre israelíes y palestinos, mantener la presión sobre Irán y Siria-, esquivar choques en la medida de lo posible -levantamiento del embargo europeo de armas a China o la definición de Hezbolá como grupo terrorista- y hacer concesiones en materia de medio ambiente.

Desde la izquierda, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi; el presidente francés, Jacques Chirac; el presidente de EE UU, George W. Bush; el canciller alemán, Gerhard Schröder; y el primer ministro británico, Tony Blair, en la cumbre del G-8 en Evian en 2003.
Desde la izquierda, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi; el presidente francés, Jacques Chirac; el presidente de EE UU, George W. Bush; el canciller alemán, Gerhard Schröder; y el primer ministro británico, Tony Blair, en la cumbre del G-8 en Evian en 2003.EPA

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