De repente, los ricos se acuerdan de los pobres
DURANTE 2004, la economía mundial tuvo el mayor crecimiento medio de las últimas tres décadas. Esquematizando se puede decir que, mientras China, India y otros emergentes producen, EE UU consume y el resto del mundo financia ese consumo. Quizá es por lo que, desde que se ha iniciado 2005, los países más ricos han comenzado a fijarse en algunos de los desequilibrios más lacerantes del modelo productivo: la pobreza y el hambre (la desigualdad se deja para otro momento).
Tanto el Foro de Davos (privado) como la reunión de ministros del G-8 han sido ensayos de las otras dos cumbres que se celebrarán en este ejercicio, relacionadas con estos temas: la sesión especial de la ONU sobre los objetivos del milenio, y la sexta conferencia de la Organización Mundial de Comercio (OMC). En las dos primeras citadas, distintos líderes europeos han hecho algunas propuestas contra la pobreza. La más ambiciosa, la de Chirac, que ha expuesto una batería de impuestos ("retenciones de solidaridad") a los países con secreto bancario, a las transacciones financieras diarias (casi tres billones de dólares, mucho más de lo que produce un país como Francia en todo un año), al transporte aéreo y marítimo, a los billetes de avión, etcétera. Blair (créditos por valor de 100.000 millones de dólares), Schröder, la UE (un euro por cada billete de avión que se venda), incluso el G-7 (condonación de la deuda multilateral a los 27 países más pobres, por valor de 70.000 millones de dólares) han protagonizado esas iniciativas.
Todos los países del planeta se han comprometido a reducir a la mitad el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a un dólar al día, para el año 2015. Si no se aceleran las medidas, esta meta no se va a cumplir
A todas ellas ha dicho no EE UU, que es -entre los países donantes de ayuda al desarrollo- el país que menos porcentaje destina a la misma. Según un cálculo realizado por el economista Jeffrey Sachs, para cubrir los objetivos del milenio aprobados por la ONU para 2015, EE UU debería incrementar cinco veces el monto de sus ayudas; la diferencia entre el compromiso actual de la Administración de Bush y lo que Sachs calcula como necesario es de más de 22.000 millones de dólares este año, ascendiendo a 55.000 millones en 2015.
En el año 2000, 189 países de la ONU se comprometieron a que tres lustros más adelante el mundo habría erradicado la pobreza extrema y el hambre, reduciendo a la mitad el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a un dólar por día, así como partiendo el porcentaje de quienes padecen hambre. Pasado un tercio de ese periodo, ha llegado hora de hacer balance. ¿Cuáles son las cifras reales del hambre y la pobreza en el mundo? Según la investigadora del Instituto Elcano, Iliana Olivié, la calidad de las estadísticas y los problemas metodológicos de medición inducen a ser prudentes ante los datos que aportan los organismos multilaterales. Según el Banco Mundial, en la década de los noventa la proporción de ciudadanos que vive por debajo del umbral de un dólar en los países en desarrollo se redujo del 32% al 25%, lo que equivale a decir que el número de pobres pasó de 1.300 millones a 1.100 millones. El principal motor ha sido la región asiática (excluyendo Asia central), con países muy dinámicos, como China, India, Indonesia, Vietnam o Pakistán.
Para acelerar los objetivos del milenio, la ONU ha encargado un estudio a un grupo de expertos, dirigidos por el ya citado Sachs, titulado Invirtiendo en el desarrollo. En el año 1969 se generó un documento parecido, el Informe Pearson (Socios en el desarrollo), en el que se concretó por primera vez el porcentaje del 0,7% del PIB para ayuda oficial al desarrollo. El Informe Pearson fue pronto olvidado. Sería lamentable que ocurriese lo mismo con el excelente trabajo que ha dirigido Sachs, basado en tres patas: comercio justo (eliminación de los aranceles a la exportación); condonación de la deuda externa de los países más pobres, y multiplicación de la ayuda al desarrollo, cumpliendo el 0,7% comprometido. Y todo ello en un contexto: el crecimiento económico tiene su fundamento en el interior de los países, y su estímulo se logra con medidas contra la corrupción y con calidad institucional.
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