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Ida y Vuelta
Columna
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Nazismo latente

Para Cervantes, la ira tenía "por último fin y paradero la venganza, que como la tome el agraviado, sin razón o con ella, sosiega". Cervantes todavía podía creer que la venganza sosegaba porque, aun conociendo muchos horrores, no había visto Auschwitz, por ejemplo. En su excepcional novela Vía férrea, Aharon Appelfeld nos habla de la vieja ira del anticuario judío Erwin Siegelbaum, cuyos padres fueron asesinados, 40 años antes, por un esbirro de las SS llamado Nachtigal. El anticuario, que ha localizado finalmente al asesino, viaja en tren y llega hasta donde está el racista, conversa con él un rato y acaba disparándole dos tiros y vengando así la muerte de sus padres. Pero pronto descubre que ni la venganza le ha sosegado. Tan grande fue el horror de su pasado.

"El deseo de degradar a la víctima hasta sus últimos momentos era casi tan grande como el deseo de asesinar", ha dicho Appelfeld hablando de la vida en los campos de concentración. Sus palabras me han hecho pensar en ese nítido deseo nazi de asesinar que se encuentra, por ejemplo, detrás de los insultos y ese deseo de degradar a los jugadores negros que circulan por los campos de fútbol de Europa. Y ya que hablamos de Europa y al hilo de ese nazismo enmascarado que recorre todo el continente, quisiera decir que me parece alarmante ver cómo en clave sólo local y con estrechez de miras los llamados partidos de izquierda catalanes se han plantado ante el referéndum de hoy recomendando el no cuando cabe suponer o esperar que desean que gane el sí.

Aun después del socavón, siguen ensimismados en la búsqueda de las esencias nacionales o ecológicas. Creen que manifestaciones nazis como la de Dresde les quedan muy lejos, y ya no digamos los insultos a Eto'o, que no son para ellos -siempre ellos-, que ya los tienen en el Carmel. Eso explica la frivolidad de no inquietarse ante la posibilidad de un descalabro europeo y que lo resuelvan todo diciendo que, a fin de cuentas, el referéndum no es vinculante. Me hacen reír de pánico porque a ese paso lo que será vinculante es el avance de las fuerzas antieuropeas y la broma saldrá cara. A veces, tal vez exagerando, hacen que me pregunte si lo que ocurre aquí no es como si fuerzas bávaras de izquierda (filonazis en el fondo) hubieran tratado de impedirle a Adenauer la reconstrucción de Alemania tras la segunda guerra.

Los insultos, la barbarie, el deseo de degradar, todo eso está ya aquí. El futbolista Eto'o ha acertado plenamente al descartar la frágil queja y decantarse por una fuerte ira y la previsión de posibles horrores. A diferencia de su colega Ronaldo, que dilapida obscenamente millones de euros en fiestas para esos amigos suyos que no fuman ni bailan, Eto'o y quienes le apoyan parecen intuir que, si las cosas van más lejos, ni la venganza traerá el sosiego.

Otro nazismo latente, por cierto, se halla en muchos puntos de la Red, donde un porcentaje alto de chusma, amparándose en un cierto anonimato y sin razón o con ella, insulta con ferocidad, en numerosos weblogs de moda, a negros y blancos, y da rienda a sus más fúnebres rencores. "El éxito del ordenador aumenta la conciencia de que hay un lado oscuro en Internet", decía el otro día Bill Gates. Para él, el lado oscuro es que te roben la tarjeta de crédito, pero nada dice del verdadero lado oscuro de Internet, del obsceno espectáculo del mundo del insulto. Un vivero nazi en ebullición. Ahí no hay nadie europeo y dicen de verdad lo que piensan del en todos los ámbitos de la vida. Ellos son la muerte, y sus deseos de degradar a sus víctimas son tan grandes como los de mutilar, matar, descuartizar.

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