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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El jeroglífico japonés

La economía japonesa parece embarcada en un rumbo indescifrable, incapaz de remontar con seguridad el grave problema de deflación que la aqueja desde al menos ocho años. Cuando parecía que el PIB japonés iba a entrar en curso de recuperación de forma modesta aunque persistente, resulta que en el cuarto trimestre registra un descenso (-0,1%) y surge una corrección contable que arroja también caídas del PIB en el segundo y tercer trimestres (-0,2% y -0,3%, respectivamente). Ya está de nuevo en recesión una de las primeras economías mundiales y ya está de nuevo comprometido -al menos en parte- el crecimiento del área económica asiática. La causa en esta ocasión es la desaceleración de las exportaciones por una parte y, por otra, el problema bien conocido de la debilidad del consumo.

Con estos resultados trimestrales resulta difícil recibir con entusiasmo la declaración del primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, que considera que su economía nacional "está básicamente en una fase moderada de recuperación". Quizá tenga razón, pero lo cierto es que el consumo -el factor decisivo que tiene que lanzar la economía, puesto que tiene un peso del 55% en el PIB- no mejora significativamente. Bajó el 0,3% en el cuarto trimestre, a causa, según la última hornada de exégetas económicos, del envejecimiento de la población.

Todo está, pues, según estaba antes de los leves indicios de recuperación: tipos de interés negativos, un sistema financiero muy débil, un endeudamiento público espectacular -el 170% del PIB, el segundo más importante del mundo después del libanés-, deflación galopante, consumo a la baja y recetas expansivas que no acaban de provocar la deseada inflación y, por lo tanto, una brizna de crecimiento. Quizá la anemia de crecimiento japonesa se curaría con una depreciación intensa; pero no es probable que EE UU ni el área euro lo permitan.

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