El presidente de Serbia se niega a negociar la independencia de Kosovo
Tadic critica la situación de la provincia
Boris Tadic se ha convertido en el primer presidente serbio en visitar Kosovo desde los bombardeos de 1999. Y lo ha hecho en un año crucial, cuando la comunidad internacional debe decidir cuál será el estatuto de esta provincia serbia de mayoría albanesa (90% de la población) y administrada por la ONU. La oportunidad de aprovechar la gira para abrir un diálogo directo con las autoridades albaneses fue rechazada por el presidente serbio. "En Belgrado no hablo con personas sospechosas de crímenes de guerra y no lo haré ni en Prístina ni en ninguna otra ciudad del mundo". Tadic respondía así a la posibilidad de entrevistarse con el primer ministro de Kosovo, Ramush Haradinaj, antiguo jefe de la guerrilla albanesa al que los serbios acusan de crímenes de guerra. Su respuesta sobre la posibilidad de negociar la independencia fue tajante: "Me parece inaceptable".
Durante su estancia de dos días en Kosovo, que terminó ayer, Tadic pasó por Pristina, donde se entrevistó con el administrador de la ONU, Soren Jessen-Petersen, y con el jefe de las tropas internacionales de la Kfor, Yves de Kermabon. Posteriormente visitó varios enclaves, los lugares donde vive la mayoría de los 128.000 serbios de la provincia (el 8% de sus 1,8 millones de habitantes) protegidos por la Kfor. Los avances en seguridad y en libertad de movimientos se desvanecieron en marzo cuando 19 serbios fueron asesinados en una oleada de violencia impulsada por radicales albaneses.
Tadic viajó en medio de grandes medidas de seguridad, las mismas con las que viven y se desplazan cada día la inmensa mayoría de los serbios de la provincia. "De todos los pueblos de Europa, son los serbios de Kosovo los que viven en las condiciones más difíciles", aseguró el presidente en el enclave de Gracanica, el más cercano a Pristina, que sus habitantes compararon ante Tadic con "un gueto".
Boicot a las elecciones
Tadic, un proeuropeísta que no respaldó el boicot de los serbios a las legislativas de octubre -un abstencionismo que ha dejado a esta minoría fuera de las instituciones autonómicas-, es plenamente consciente de que su posibilidad de cambiar la situación de los serbios de Kosovo es mínima; pero que la influencia que tiene esta cuestión en la política interna de Serbia es enorme.
"No tengo una varita mágica para solucionar vuestros problemas", exclamó el domingo ante las cientos de personas que se congregaron en el pueblo de Silovo, en el que empezó el domingo su visita. Ayer, ante el obispo de Decani -uno de los monasterios medievales de Kosovo que los serbios consideran la cuna de su cultura y su religión-, exclamó: "Allí donde he ido, cuando la gente me ha dado las gracias por venir, he respondido: 'Al contrario, gracias por quedaros".
Que el viaje haya podido realizarse sin apenas incidentes (más allá de algún lanzamiento de huevos) es una buena noticia, incluso que se pueda hablar de la posibilidad de reanudar el diálogo. Pero, por ahora, la visita de Tadic sólo ha servido para recordar que, seis años después de la guerra, las dos comunidades viven de espaldas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.