Diálogo social
El jefe del Gobierno y el vicepresidente Solbes solemnizaron la semana pasada con su presencia la reapertura de un diálogo social entre empresarios y sindicatos que persigue, una vez más, proponer soluciones prácticas y pactadas para reducir la tasa de temporalidad del mercado de trabajo. Éste es el objetivo principal, casi permanente, de los agentes sociales y el Gobierno, inquietos desde hace años por la elevada temporalidad del empleo en España (en torno al 30% de la población activa, muy por encima de la media europea). El segundo gran objetivo tampoco es nuevo: la reforma del sistema de pensiones, también objeto permanente de inquietud -atizada sobre todo por los defensores de las pensiones privadas- para proponer seguramente nuevos alargamientos del periodo de cotización que den derecho a percibir la pensión.
En paralelo, los sindicatos y los empresarios han abierto su propio debate sobre los procedimientos de la negociación colectiva. En este caso, la tendencia es hacia una personalización negociadora que reconozca sobre todo las condiciones propias de cada empresa más que los grandes acuerdos sectoriales. Y ya puestos a reconocer tendencias, sería conveniente reconocer otra con mucho futuro, que es la indiciación de los salarios a la productividad.
Causa perplejidad que el proceso de negociación se haya puesto en peligro por un asunto tan comparativamente irrelevante como es la revisión del salario mínimo. Aunque este conflicto sea real, resulta de lo más razonable que los agentes sociales lo hayan aparcado en beneficio de discusiones más productivas. Cabe desear que el nuevo ciclo avance en la corrección de la lacra de la temporalidad y en la flexibilización de la negociación laboral, ya que en estos temas los resultados hasta ahora son más bien discretos.
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