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Columna
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El exorcista

Cuando el médico sale de la habitación de la niña poseída, su rostro muestra una expresión preocupada. "¿Cómo está, doctor? ¿Usted cree que tendremos que llamar a un sacerdote?", pregunta la madre, angustiada. El médico visitador niega con la cabeza: "No. No merece la pena... Los sacerdotes, en estos casos, acaban optando por tirarse por la ventana, ya sabe cómo están las cosas: si quieren cargarse a un cura, no tienen más que llamarlo. Además, ustedes dirán si prefieren un sacerdote privado o un sacerdote público, porque las tarifas varían, ya lo saben... Pero no creo, en definitiva, que un sacerdote sea necesario -ni efectivo- en este caso de posesión diabólica. Creo que es más recomendable un exorcismo médico".

"¡Dios mío, dios mío!", se lamenta el padre para sus adentros: "¡Con la psicología hemos topado!" El médico continúa: "El trastorno de su hija es rarísimo, sólo afecta al 0,07 por ciento de la población. Diabólica o no, su enfermedad se denomina políglotis, y, en este caso, es aguda. Durante el último reconocimiento, su hija me ha hablado en francés, inglés, griego (con perdón), además de chapurrear un raro dialecto balcánico, lo cual no me resulta nada raro en estos tiempos que corren. Pero aún queda una última esperanza: al despedirme de ella, me ha dicho 'Agur jauna, ezkerrik asko eta urte berri on". La madre se lleva las manos a la cabeza: "Nuestra hija, ¡hablando en batua! ¡Si nosotros somos de Bermeo de toda la vida!" El padre apostilla: "¡Ahora cómo vamos a entendernos! ¡Esto es una desgracia!". El médico menea la cabeza: "Pues no estoy de acuerdo con ustedes. Cada vez tendrá más dominio del batua. ¡Y eso abre muchas puertas! Además, imagínense que hubiese tirado por el guipuzcoano... Pero, en definitiva, como no aprendan batua ustedes también, y se dejen del bermeano, puede que al final no logren entenderla ni con el diccionario euskara-castellano de Xabier Gereño".

La madre llora: "No, si ya decía yo que algo iba mal cuando me cantó el Pintxo-pintxo el otro día, sin venir a cuento, cuando intentaba que se tomase la sopa... ¿Qué podemos a hacer? ¿El mal tiene cura?". El médico se encoge de hombros y alza las cejas en un gesto de impotencia: "Hombre, ya les digo que el batua no es tan mal partido, pero siempre pueden convencerla ustedes de que hay otras lenguas interesantes... el swahili, el maltés, el australiano aborigen, y ese tipo de cosas... aunque será difícil. Creo que está empeñada, y, aunque dudo de que lo haga para molestar, puede que algo de eso haya. Por mi parte, yo he hecho todo lo que he podido. Volveré a visitarla la semana que viene, a ver si ha mejorado su acento".

Los padres se despiden del médico. Cuando sale, su silueta recibe una ducha de luz al pasar bajo una farola. "Y ahora, a casa de los Urrutikoetxea, que tienen un hijo que habla castellano antiguo en lenguaje de signos... ¡Vaya semanita!", suspira.

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