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LA CRÓNICA
Columna
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La playa de París

"Hoy vamos a comer bien", comentó el alcalde de París, Bertrand Delanoë, antes de iniciar un almuerzo que le reunió con la prensa hace unos días en el restaurante Languedoc-Roussillon de Barcelona. "Conozco al cocinero desde hace años y es toda una garantía". No puede negarse que fue un inicio muy francés, con el inevitable toque gastronómico y con referencias al savoir vivre mediterráneo. A continuación, Delanoë dejó claro por qué hay quienes le auguran un gran futuro que podría llevarle incluso a la presidencia de la República Francesa. Su estilo desenfadado e imaginativo y su tendencia a saltarse la corrección política hacen de él un valor en alza. En 2001 llegó a la alcaldía de París, contra pronóstico y contra las encuestas, después de efectuar una muy comentada salida del armario, y desde entonces ha impulsado curiosas iniciativas como las nuits blanches, con apertura nocturna de los museos, o como Paris plage, nada menos que una playa en el corazón de la ciudad. Si hace unos años los revolucionarios del 68 aseguraban que debajo de los adoquines estaba la playa, Delanoë ha dado un paso adelante y ha logrado convertir un trozo del Sena, en verano, en un pequeño Mediterráneo. "Así como hace unos años Barcelona se abrió al mar", explicó, "París también ha querido abrirse al Sena. Las orillas del río eran hasta hace poco autopistas urbanas entregadas a los coches, pero en mi primer verano como alcalde decidí cerrar los laterales para los paseantes, los patinadores o los ciclistas. Fue entonces cuando una mujer de unos 65 años me dijo: 'No he podido irme de vacaciones y valoro mucho este espacio, pero aún podría ser mejor'. Cuando llegué a la alcaldía, me encerré con mis colaboradores y les dije: 'Ahora voy a decir tonterías durante una hora. No me interrumpáis. Quiero ver qué puede salir de todo esto". Al terminar la reunión, se había concretado la idea de llevar arena al Sena para crear una playa artificial. Ronaldinho, que entonces jugaba en el Paris Saint-Germain, fue quien inauguró "la Copacabana de París". Y el alcalde remató: "Las ciudades han cometido el error de entregarse a los coches, y hay que corregirlo", asegura. Delanoë, socialista en alza, llegó a Barcelona para visitar a sus amigos Joan Clos y Pasqual Maragall (a quien él se empeña en llamar Pascal Maraguall), con quienes tiene varios proyectos en común. Por ejemplo, apoyar el referéndum de la Constitución europea y hacer que París viva en 2006 un Año Catalán, con una serie de actividades lúdicas y culturales relacionadas con la Cataluña española y con la Cataluña francesa. En 2005, el protagonismo es para Brasil, y la idea de Delanoë es homenajear cada año a algún país distinto para celebrar la relación de París con el mundo. Otro motivo de su visita barcelonesa fue presentar su libro La vie, passionément, del que de momento no hay versión española. En él Delanoë habla de lo que ha sido su vida, desde su nacimiento en Túnez, en 1950, hasta la actualidad, con especial énfasis en sus convicciones socialistas.

El alcalde de París visitó Barcelona. Desenfadado y con tendencia a saltarse la corrección política, es un valor en alza

Cuando, entre plato y plato, Delanoë encendió un cigarrillo, una periodista no tardó en disparar la alarma: ¿Le haría perder votos el hecho de fumar? "Hablemos del tabaco, si queréis", Delanoë aceptó el envite. "Fumo porque soy tabacodependiente y quizá algún día lo dejaré. De todos modos, aunque me parece bien que haya espacios para no fumadores en los restaurantes, desconfío de una sociedad demasiado policial. Estoy a favor de la cohabitación de modelos de vida diferentes. Hace poco estuve en Nueva York y me dio la impresión de que los que fumaban en la calle eran como una subcategoría de ciudadanos. Esto no me gusta. De acuerdo: el tabaco perjudica la salud, pero no es lo único. Dicen que el vino también, pero no vamos a prohibirlo. No podemos olvidar que hay una cultura alrededor de todo esto. En España y en Francia valoramos el placer de vivir y no podemos renunciar a ciertas cosas. Si lo único importante fuera estar sanos, acabaríamos tomando una aspirina para desayunar y pan industrial para comer. Hay que encontrar un equilibrio".

Durante su estancia en la alcaldía, Delanoë se ha propuesto invertir la tendencia parisiense de pérdida de ciudadanos y atraer a las empresas con la creación de parques tecnológicos. También ha impulsado una serie de locales sociales y zonas verdes. "En 2007 habré inaugurado 30 hectáreas de parques", anunció. "Y habrá más. Hay que fomentar el lado cosmopolita de París y la creación cultural y artesanal. Si París se convierte en un museo, ya no será París. Hay que hacer de la capital una ciudad viva, una ciudad para los ciudadanos en la que los niños puedan volver a jugar en la calle y los viejos puedan pasear. Este es el reto para el siglo XXI. Hay que inventar nuevas formas de ciudadanía urbana".

El almuerzo terminó con la firme promesa del alcalde de subir andando al Canigó, monte emblemático de la Cataluña francesa, y con el inevitable saludo al cocinero, Jean-François Ferrié. "Hemos comido muy bien", le dijo, "como siempre. Por cierto, ¿Maragall y Clos vienen a veces por aquí?". La respuesta afirmativa del cocinero pareció llenar de satisfacción al alcalde de París. Para él, debía de ser como la confirmación de que podía confiar en ellos.

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