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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La siembra de Rice

Estados Unidos se involucrará más a fondo en el nuevo intento de resolver el conflicto israelo-palestino, y Europa echará una mano en Irak. Pasadas las primeras elecciones en este país y las que han llevado a Mahmud Abbas a la presidencia palestina, este gran pacto pragmático está en la base de la reconciliación transatlántica que protagoniza el primer viaje al extranjero como secretaria de Estado de Condoleezza Rice. La retórica ha cambiado. Las armas no se han callado, pero regresa la diplomacia, aunque Rice ha sido prudente en relación a Irán y se ha limitado a descartar "por el momento" un posible ataque. El periplo por Londres, Berlín, Varsovia, Ankara, Tel Aviv, Jerusalén, Ramala, Roma, París, Bruselas y Luxemburgo, indica un acercamiento a Europa y un regreso a Oriente Próximo. Rice está sembrando para que George W. Bush recoja la cosecha en su viaje a Bruselas a final de mes.

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Esta Administración no se involucrará tan a fondo como la de Clinton en el proceso de paz, pero lo impulsará, y evitará que Sharon tenga carta blanca, como fue el caso durante el primer mandato de Bush, algo que, con el terrorismo, empeoró dramáticamente la situación. Rice ha anunciado ayudas importantes para los palestinos; ha designado a un coordinador general, el general William Ward; ha apoyado la reactivación del Cuarteto (EE UU, UE, ONU y Rusia)

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y ha invitado a Sharon y a Abbas a Washington. Pero ayer en Ramala no quiso visitar la tumba de Arafat, ni hoy estará presente en la cumbre en Sharm el Sheij, que debe marcar un nuevo comienzo en el proceso de paz.

Rice fue quien acuñó una de las frases más célebres de la quiebra transatlántica por la guerra de Irak: "Castigar a Francia, ignorar a Alemania y perdonar a Rusia". Ahora participa del afán de reconciliación que prolifera entre unos y otros. Pero es significativo que en su largo periplo no haya encontrado tiempo para pasar por Madrid, ni, a estas alturas, esté prevista ninguna reunión entre Bush y Zapatero en Bruselas. A pesar de la precipitada retirada española militar de Irak y de las meteduras de pata diplomáticas, estos desaires tienen un cierto aire de castigo infantil. No reconocen los esfuerzos que está haciendo España en Afganistán, o la disposición a formar a las fuerzas de seguridad iraquíes. Ni tienen en cuenta que al final, sin que España renuncie a unos márgenes de maniobra en política exterior que se habían estrechado peligrosamente con Aznar, deberá prevalecer el pragmatismo.

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