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Reportaje:CARLOS SAURA | Cineasta | REFERÉNDUM EUROPEO | La constitución y los ciudadanos

"¿Quién le pondrá el cascabel al gato americano?"

Desde la atalaya de su dilatada experiencia, con su veta anarquista de estirpe aragonesa y su sabiduría irónica, curtida tanto en decenas de coproducciones europeas como en su apasionada defensa del flamenco ("un arte que ha pasado de ser regional a universal sin protección alguna"), el cineasta y fotógrafo Carlos Saura (Huesca, 1932) no tiene claro si la Constitución europea podrá defender los valores culturales y la industria audiovisual de "la voracidad de las distribuidoras y las exhibidoras estadounidenses".

A pesar de sus dudas, Saura votará sí el próximo 20 de febrero. "En cuanto a la cultura, la Constitución me parece más llena de buenas intenciones que de iniciativas o medidas concretas. Leyéndola se nota que los ponentes tenían más interés en cuestiones de seguridad, industria, política, inmigración, terrorismo o economía que en la cultura. Eso es lógico en el capitalismo actual, claro, pero en general creo que el texto propone un capitalismo moderado y bastante socializado, y que trata de potenciar nuestra cultura común y nuestra diversidad, así que habrá que decir que sí".

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El sector audiovisual es sin duda uno de los más combativos a la hora de pedir medidas proteccionistas. Saura cree que la colonización del gusto europeo por el cine y las series estadounidenses sigue creciendo, igual que la polémica entre gente como José Saramago, que pide que la cultura no sea tratada como una mercancía más, y otros como Mario Vargas Llosa, que llaman a descartar cualquier tipo de excepción (concepto parido por el ministro francés Jack Lang en los años 80, que en su país ha dado resultados envidiables y que la Constitución sustituye por el de "diversidad").

El director de Elisa, vida mía cuenta sus dudas: "El liberalismo está muy bien siempre que no te pisoteen. Pero yo no quiero ponerme a ladrar contra el cine americano. Junto a bodrios imposibles hacen películas maravillosas. Finalmente, lo que me pasa es que me da terror hablar de arte y cultura al referirme al cine. Sin duda una película es una creación, y cuando te dan un premio en Canadá, por ejemplo, sabes que lo hacen, entre otras cosas, porque reflejas tu cultura, tu manera de ver y estar en el mundo; pero el gran dilema es que a la vez que eso, el cine es una industria. Casi como otra cualquiera".

La política real, la diferencia entre lo que se dice y lo que se hace en Europa, también preocupa a Saura: "Hace 10 años estuve en un encuentro en Estrasburgo y todos estábamos de acuerdo en que había que proteger al cine europeo frente a la invasión estadounidense, que con su agresividad publicitaria, sus precios de saldo y su enorme poder en las salas de exhibición impide que se proyecten en condiciones muchas películas europeas. Pero lo peor es que algunos de los que lo decían distribuían cine norteamericano. Como se ve, el dilema arte-industria tiene mala solución. Y así, sólo con palabras, ¿quién le va a poner el cascabel al cine norteamericano?".

El otro "gran drama" de la cultura europea según Saura está en su propia virtud, la diversidad: "Será difícil encontrar fórmulas para defender a una industria dispersa entre tantos países, con tantas diferencias, y en un mundo tan competitivo". ¿Sugerencias? "Quizá España podría reducir el doblaje, como se hace en Europa. Ya no daría lo mismo ir a ver una película americana que una española y la gente aprendería inglés, que siempre viene bien".

O quizá se podría pedir ayuda a los medios: "Si se comprometen más con lo nuestro y un poco menos con lo de allí quizá evitaríamos que ellos dominen el mercado de forma tan salvaje". Además, Saura propone que se alienten las coproducciones, "no con la intención de edificar la identidad del cine europeo, porque eso es imposible -todos tenemos problemas parecidos, pero distintos-, pero sí tratando de ayudarnos unos a otros y de facilitar las proyecciones en otros países".

A Saura le parece una buena idea que la Constitución defienda las peculiaridades de las distintas regiones y países y que adopte una ley marco sin armonizar las diferentes legislaciones: "Nuestra gran ventaja es la diversidad y está bien que cada uno se defienda como quiera".

La filosofía, continúa, "debería ser la misma que ha funcionado con el flamenco, al que por cierto aquí despreciamos y fuera se lo devoran". Saura está acabando de montar su última película, el musical Iberia, una visión de la obra de Albéniz a través de intérpretes clásicos como Rosa Torres Pardo y flamencos como Enrique y Estrella Morente o Manolo Sanlúcar. Y recuerda que en lugares como China, Estados Unidos, Alemania o Japón son precisamente ese tipo de películas suyas las que más éxito tienen. "De cualquier forma, el talento verdadero es la auténtica excepción cultural", concluye. "Eso sí derriba fronteras".

Carlos Saura.
Carlos Saura.LUIS MAGÁN

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