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Reportaje:

Secretos del mayor espectáculo

Ocho jóvenes ofrecen talleres circenses en Pizarra como germen de una futura escuela de circo

Hace no más de 20 años rara era la ciudad o pueblo que no recibía con expectación la llegada del circo. Llegaba casi de incógnito y uno, de buenas a primeras, se topaba con la elegante y llamativa carpa, las luces y los animales en lo que hasta ese día no era más que un descampado baldío. Con el paso de los años, esa magia que rodeaba al circo se ha ido diluyendo, quizá en parte por la infinita variedad de entretenimientos que ahora están al alcance de los niños. Un payaso torpón o una pareja de elásticos contorsionistas muy difícil lo tienen hoy frente al Dragón Khan o a la Playstation. Conscientes de ello, un grupo de ocho jóvenes han unido su talento y sus ganas para evitar que el mundo del circo acabe siendo un reducto para nostálgicos o padres con inquietudes. Estos jóvenes, de entre 22 y 30 años, han formado una especie de asociación dirigida a acercar los secretos circenses a los potenciales espectadores de la comarca del Guadalhorce (Málaga), en uno de cuyos pueblos, Pizarra, han montado su carpa.

Los ocho han elegido el circo como forma de vida. Y no porque no tengan recursos para ganarse el pan de otra forma, ya que entre ellos se cuentan enfermeros, cocineros o graduados sociales. "Vinimos a Pizarra porque con la gente del pueblo tenemos una relación muy buena de cuando hemos actuado en sus fiestas", explica Rafael Díaz, el benjamín del grupo y que a sus 22 años ya cuenta con el bagaje de haberse formado durante un año como malabarista en Japón. "Yo empecé en esto a los 15 años y como todos hemos pasado por muchos cursos de formación y escuelas de circo como la de Madrid o Barcelona", relata Díaz, quien asegura que dedicarse al circo requiere bastante esfuerzo, preparación y dedicación.

Junto a Rafael, Óscar, Alfonso, Rocío, Juan Carlos, Javier, Marta y Juan Jesús componen este grupo de artistas que, en un futuro, se plantean formar una escuela de circo, la única que habrá en Andalucía después de que la de Granada cerrase hace unos años por falta de apoyo de las instituciones. "Ahora no contamos con la infraestructura suficiente, pero es un proyecto que tenemos en mente". Mientras se gesta, los ocho disponen de una carpa y un sitio donde vivir en un campo de fútbol municipal que el Ayuntamiento de Pizarra les ha cedido por dos años. Allí, a pocos kilómetros del pueblo, estos artistas ya han puesto en marcha un programa de actividades para corresponder a los pizarreños. Organizan talleres en los que enseñan los secretos de los malabares, del equilibrismo, de las acrobacias del contorsionismo y de la danza y la expresión corporal. "El público responde, sobre todo en los cursos de técnicas que hemos impartido en la Casa de la Cultura", explica Juan Jesús Luque, quien espera que sus planes en Pizarra cristalicen y este municipio se convierta en un lugar de encuentro de artistas circenses de todo el mundo.

Las escuelas de circo son casi unas desconocidas en España, donde sólo hay tres con capacidad para completar la preparación profesional de alguien que aspire a ganarse la vida como payaso, malabarista o contorsionista bajo una carpa -dos en Madrid y una en Barcelona-. Aún así, no es extraño que una vez completada la formación en estas escuelas, los alumnos se vean obligados a hacer el petate y salir hacia Europa o Estados Unidos para perfeccionar su adiestramiento en estas artes. Ese fue el caso de Rafael Díaz, quien completó su formación trabajando como malabarista en un parque temático de Japón durante un año.

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