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EL DEBATE PARLAMENTARIO DEL 'PLAN IBARRETXE'
Columna
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La tarde en que Ibarretxe fue oído y rechazado

Soledad Gallego-Díaz

El Congreso de los Diputados acogió ayer muy buenos discursos políticos. En calma, sin el alboroto que ha caracterizado otras sesiones mucho menos importantes, los parlamentarios asistieron a un auténtico "debate de principios", formulado con modos serenos, perfectamente compatibles con posiciones de gran firmeza. Se suponía que era el día del lehendakari, Juan José Ibarretxe, pero fue realmente la tarde de José Luis Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno y el jefe de la oposición rechazaron la propuesta nacionalista vasca con pareja decisión, pero con dos discursos muy diferentes, magníficamente trabajados y conectados con las dos diferentes líneas políticas que representan. Zapatero, que tiene la responsabilidad de gobernar, construyó un discurso de rechazo firme, pero también lleno de confianza y de seguridad en que es posible encontrar una solución. Rajoy, en la oposición, no ofreció ninguna salida al lehendakari sino que optó por un gran discurso conservador (y democrático), lleno de su personal ironía, que conectó inmediatamente con su grupo y que le reforzó, sin duda, ante su electorado.

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Y, por detrás del debate vasco, empezó a asomar ayer mismo el futuro debate catalán. Sobre todo, de mano del portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya, Joan Puigcercós, cuyo discurso provocó probablemente más inquietud en las filas socialistas que el propio del lehendakari. "Ya avisamos", dijo Puigcercós, "no permitiremos que ustedes, los miembros de la izquierda española y de los miembros de la españolísima derecha, se reúnan y nos digan al Parlamento de Catalunya lo que podemos incluir y lo que no en la reforma estatutaria". Quedó claro desde el principio que Puigcercós no tenía el menor interés en el proyecto de Ibarretxe: estaba hablando "de lo suyo" y anunciando su apuesta: "esta legislatura representa el umbral de un cambio en el modelo de Estado".

Curiosamente, las palabras iniciales del lehendakari Ibarretxe en defensa de su plan sonaron menos inquietantes casi que las de Puigcercós. Quizás porque Ibarretxe dio más bien la impresión de estar superando un trámite engorroso. El lehendakari, que llegó arropado por un numeroso grupo de personalidades vascas y ocupó un escaño en un lugar ciertamente incómodo (frente a los fotógrafos), dio por supuesto que todos los diputados conocían el contenido del proyecto y no se molestó en explicar ninguna de sus propuestas: se ajustó además, escrupulosamente, a sus 30 minutos de discurso. Se trataba, simplemente, de dejar claro, cara a las próximas elecciones, que Zapatero y Rajoy impedían que se formara una comisión mixta Parlamento vasco-Parlamento español para negociar la puesta en marcha del plan. Formuló, eso sí, una frase que probablemente se volverá a oír mucho en la próxima campaña electoral vasca: "el derecho a decidir, la obligación de pactar". Sobre todo, el lehendakari dio la impresión de creer sinceramente que existe "una oportunidad histórica" y que él es la persona llamada a concretarla, algo que despierta inquietud hasta en algunos de sus propios acompañantes.

Rodríguez Zapatero se esforzó, desde el primer momento, en "normalizar" la sesión, despojarla de sentido dramático y en ofrecer seguridad y sensatez. Su discurso comenzó con la frase "si vivimos juntos, decidimos juntos": la relación del País Vasco con el resto de España no la decidirán los vascos, ("la mitad de los vascos", precisó) sino "todos los vascos y todos los españoles". Ése fue el "núcleo duro" de su mensaje.

Zapatero habló mucho más de libertad que el lehendakari. De libertad y de democracia y del respeto a la ley como el gran descubrimiento de los pueblos para organizar la convivencia. Aludiendo a la reiterada mención del siglo XIX y a la pérdida de derechos forales históricos que había hecho el lehendakari, le recordó que en este mundo "demasiada gente, mirando a generaciones pasadas, ha arruinado el futuro de generaciones presentes". El presidente del Gobierno también habló de "una oportunidad", pero para empezar a discutir en Euskadi un nuevo proyecto de reforma del Estatuto que responda a la idea de la España plural, pero que sea capaz de concitar el apoyo de una mayoría más amplia de vascos.

Rajoy también aludió al respeto por la ley, pero no en términos generales sino en relación con una posible convocatoria de referéndum por parte del Gobierno vasco. "No cabe libertad fuera de la ley", le advirtió a Ibarretxe. Todo su discurso tuvo un cierto tono mordaz: "Recibimos un documento que equivale a una declaración de independencia, y yo me pregunto: ¿cuál es nuestro papel? ¿Se nos informa?, ¿se nos consulta?, ¿se nos advierte?, ¿se nos amenaza?". Rajoy arremetió contra los pretendidos y mitológicos derechos de pueblos "metafísicos" y recordó que con la democracia contemporánea nació el individuo como único sujeto de derechos y deberes. E ironizó con "el viento de la historia que se llevó los vestigios del Ancien Régime". Cuando se sentó, los diputados populares le ovacionaron puestos en pie.

Al final de la noche, la imagen de Juan José Ibarretxe dejaba traslucir una cierta irritación y cansancio. Su plan ha quedado rechazado de plano. La iniciativa está ahora en su campo, pero no es fácil vislumbrar la salida. "Ahora, cuando pasen las elecciones, habrá que pensar otro camino", reconocía uno de sus acompañantes. Otro, por el contrario, se negaba a aceptar que el plan esté muerto. "Dependerá del resultado de las elecciones vascas", aseguraba. Nadie había dejado de tener presente ni un segundo esa convocatoria electoral. Desde luego, no Ibarretxe.

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