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Columna
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Trogloditas

Si hay algo tan malo como la intransigencia bruta y zafia de los manifestantes contra Bono, es la intransigencia chillona y purista de esos socialistas que quieren colgarlos del palo mayor. A ver si bajamos todos el inaguantable nivel de santa indignación, porque la santa indignación es precisamente todo menos santa; es una hipertrofia del sectarismo, de la intolerancia y la irracionalidad. La gente recurre a la santa indignación para avivar los bajos instintos de los demás justamente cuando se ha quedado sin razones.

Las algaradas son unos usos groseros y antidemocráticos, de la misma manera que comer con los dedos y sonarse con el mantel son usos groseros y anticivilizados. Hay que tener mucho cuidado con estas costumbres bárbaras, que pueden crecer como bolas de nieve y acabar llevándonos de regreso a la tribu troglodita. Ya lo dije cuando las algaradas contra las sedes del PP: esto es peligroso. La burricie sólo trae más burricie. Y la necedad, condición siempre presente en el alma humana, aprovecha todos los resquicios para engordar. Decía Voltaire que la Historia nunca se repite, pero que el hombre, siempre. Y parece que los españoles estamos entrando nuevamente en uno de nuestros abundantes momentos de odio imbécil. Veo a mi alrededor, desde hace algún tiempo, una especie de enardecimiento de la intransigencia. Como si se hubiera corrido la consigna de "a la derecha, ni el pan ni la sal", cuando el juego democrático consiste, precisamente, en que derechas e izquierdas compartan civilizadamente el pan y la sal de la vida pública. El mayor logro de este país, en la transición, fue la creación de una derecha y una izquierda tolerantes y modernas. Y eso se consiguió gracias a que unos y otros arrinconaron a sus propios energúmenos. Ahora, sin embargo, el energumenismo está de moda, como si quisiéramos imitar a esos terroristas iraquíes que han declarado la guerra contra la democracia. Claro que eso mismo es lo que llevan haciendo aquí los etarras desde hace años: asesinar a los demócratas que no piensan como ellos. Y qué curioso que sea justamente ahora, cuando los abertzales están intentando romper el juego social, cuando España entera está regresando hacia la intolerancia.

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