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Reportaje:

El suelo agrario toca tierra

Los precios se han estabilizado en los últimos años frente a las fuertes subidas de las últimas dos décadas

Los precios de la tierra para usos agrícolas experimentaron en 2003 una subida real de solamente el 2,3%, según los datos manejados por el Ministerio de Agricultura. Estas cifras, sumadas a las de los dos años precedentes, suponen la estabilidad o incluso recortes, frente a las fuertes subidas registradas a mediados de las décadas de los ochenta y noventa. La desaceleración de los precios de la tierra es consecuencia, tanto de una menor demanda de suelo agrario desde inversores externos como por la congelación y rebaja de las ayudas directas al sector que contempla la nueva reforma de la Política Agrícola Común y la dificultad de algunos mercados como el vino de mesa.

Los bajos precios de algunos productos, junto a la congelación o el recorte de las ayudas directas, han afectado al mercado del suelo

El comportamiento de los precios de la tierra en las dos últimas décadas ha respondido tanto a los rendimientos reales del sector vía producciones, precios y ayudas, como a otros factores externos donde destaca el desembarco de inversores urbanos en el campo, en parte como refugio de dinero negro.

En la década de los ochenta, el sector agrario fue escenario de una masiva llegada de capitales urbanos, fundamentalmente desde grandes grupos, en la mitad sur de la Península. Esta avalancha de compras, generalmente de grandes extensiones, provocó fuertes subidas de los precios medios entre el 12% y el 13% e impidió en muchos casos el acceso a la tierra por parte de los profesionales que no podían pagar esas cantidades.

En la década de los noventa, los precios de las tierras agrarias tuvieron un comportamiento dispar. En la primera parte, los precios experimentaron crecimientos negativos al bajar las inversiones externas y ante el temor a la reforma de la Política Agrícola Común. Bruselas reformó la PAC en 1992 rebajando los precios institucionales, pero estableciendo ayudas directas compensatorias parciales por hectárea. Todo ello se tradujo en un nuevo importante repunte de las cotizaciones de las tierras con subidas que llegaron hasta el 16%.

La reforma de la Política Agrícola Común con la Agenda 2000 supuso una nueva reducción de los precios institucionales, con una compensación sólo parcial de los mismos con ayudas directas. Estas medidas fueron un jarro de agua fría para las cotizaciones de los precios de la tierra que, frente a las subidas anteriores, pasaron a unos incrementos medios en el entorno de la inflación. A favor de los intereses de los propietarios y, en consecuencia, para la subida de los precios de la tierra, jugaron los aumentos de las ayudas directas. Sin embargo, en la parte contraria está el hecho de que se trataba de ayudas directas cortas en relación con las reducciones de los precios y que, además, las mismas se mantienen congeladas. Ello supone año tras año un deterioro en los ingresos totales de los agricultores.

Recorte de ayudas negativo

Para la evolución de los precios de los suelos para usos agrícolas en los próximos años, jugará finalmente un papel decisivo la reforma de la Política Agrícola Común aprobada en 2003, cuya aplicación en su parte más importante se hará en España en 2006. Esta reforma tiene claros factores negativos para la evolución de los precios de la tierra de los productos más regulados o con ayudas directas. Con esta reforma, Bruselas no sólo mantiene congeladas las ayudas directas aplicadas desde el año 2000, sino que ha dispuesto la aplicación de una modulación del 3% para ayudas superiores a los 3.000 euros; ofrece la posibilidad a cada Estado miembro para recortar las ayudas hasta un 10% para dedicar esos fondos a desarrollo rural, y deja abierto el interrogante para hacer nuevos recortes en 2007 en función de las necesidades presupuestarias. Por otra parte, la decisión de asignar los derechos de cobro de las ayudas a los cultivadores y no a los propietarios es un punto más a favor de una estabilidad y hasta posible rebaja de las cotizaciones de los precios de la tierra para usos agarios. En el futuro, el valor de la tierras, además de por sus posibilidades de producción, estará en función de los derechos de pagos de ayudas que tenga cada superficie.

Todos estos factores contenidos en la PAC actualmente en vigor, junto con los temores que hay sobre el desarrollo futuro de la política agraria, se han reflejado con claridad en el comportamiento de los precios de la tierra en 2003, según los datos de la Encuesta de Agricultura.

De acuerdo con estas cifras, los precios de la tierra en ese periodo se incrementaron en moneda corriente un 6,6%, mientras que en moneda constante la subida fue de solamente el 2,3%. El precio medio de una hectárea se situó en 8.553 euros, frente a los 2.564 euros en moneda corriente que se pagaban por una hectárea en 1983. Del estudio se desprenden una serie de datos que reflejan por dónde van las cosas en este mercado.

Las tierras de cultivo elevaron los precios un 6,6%, frente al 6,3% que lo hicieron las superficies para pastos con subidas de los prados de secanos del 10%, mientras bajaron un 2,3% los pastizales en regadío. Un dato más de la estabilización de los precios de la tierra fue la subida del 5,2% en moneda corriente de las superficies de secano, mientras las de regadío lo hicieron un 9%

Olivar y viñedo, a la baja

En el conjunto de las producciones más importantes, destaca la estabilización y bajada real de los precios de superficies de olivar y viñedo, frente a los importantes incrementos del pasado.

El precio medio de una hectárea de viñedo en secano para transformación se elevó a 12.664 euros con una subida de sólo el 0,8%, mientras que la superficie de viñedo en regadío ascendió a 18.8287 euros por hectárea con un incremento del 2%. El viñedo encontró caldo de cultivo para la subida en los años precedentes para las fuertes subidas en la prohibición comunitaria en 2000 sobre nuevas plantaciones desde 1998, y en la fuerte demanda desde algunas denominaciones de origen para la compra de derechos, así como por las subvenciones para el arranque. Sin embargo, al final se ha impuesto la realidad de un mercado para el vino de mesa a la baja, los graves excedentes y una rentabilidad bajo mínimos.

En el caso del olivar, también se han parado las grandes subidas de los años precedentes provocadas por la prohibición de nuevas plantaciones en 1998 y la subida de los precios y ayudas por la equiparación con política que se aplicaba en el resto de los países comunitarios. Hoy, con la nueva reforma de la OCM a punto de aplicarse, la rentabilidad avanza hacia la estabilidad para el olivar tradicional.

En el conjunto de las tierras agrarias, frente a la congelación e incluso bajadas de precios de las superficies con ayudas directas, destaca la subida de las tierras donde no existen ayudas directas como las hortícolas, cultivos protegidos, cítricos, frutales o viñedos de mesa.

El recorte de las ayudas directas afecta negativamente a los precios de la tierra en secano.
El recorte de las ayudas directas afecta negativamente a los precios de la tierra en secano.RAÚL CANCIO

Caras y baratas

El precio medio de una hectárea es de 8.553 euros. Sin embargo, se trata solamente de una cifra artificial detrás de la cual hay grandes diferencias.

En la parte alta se hallan los precios de la hectárea de plataneras en Canarias, con 223.000 euros, seguida de los cultivos protegidos, con 106.000 euros; los cítricos, con una media de unos 55.000 euros; la fresa, con 38.000, o el olivar de transformación en regadío, con 32.000.

En la parte baja se hallan las superficies de pastizales de secano, con sólo 2.352 euros en Aragón.

Por comunidades autónomas, el precio más alto corresponde a Canarias, con una media de 56.401 euros por hectárea, seguida de Valencia, con 23.600 euros. Los precios más bajos casi para todos los cultivos se hallan en Aragón.

Por cultivos destacan los 70.000 euros por hectárea de viñedo en Andalucía, 50.000 euros en País Vasco, 48.600 en Galicia y 25.000 en La Rioja.

El precio medio de una hectárea de olivar en Andalucía es de 23.000 euros, frente a una media nacional de 16.900 euros.

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