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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenas señales

A finales de 1998 había en España tres millones de parados, el 18% de la población activa; a finales de 2004 eran dos millones (el 10,4%), 120.000 menos que el año anterior, según datos de la encuesta de población activa (EPA) conocidos ayer. Al mismo tiempo, la previsión de inflación para el mes en curso registra una reducción significativa. Son datos inequívocamente favorables que permiten contemplar con cierto optimismo el objetivo de propiciar el necesario cambio de patrón de crecimiento sin merma del empleo.

Aunque la población activa española sigue creciendo (en 58.700 personas en el último trimestre), la ocupación ha crecido más, 82.900 personas, con lo que la tasa de paro se ha reducido hasta el 10,4%, el mejor registro desde hace cuatro años, y ya no tan alejado de la media de los países de la zona euro: 8,9%. Destaca la creación de casi 20.000 empleos en la industria, tras seis trimestres de reducción. La construcción sigue generando empleo a un ritmo del 5% anual, y también, pese a una pequeña desaceleración, el sector servicios, con un incremento del 3,3%. De los 460.000 puestos creados en el año, dos tercios fueron femeninos, aunque todavía la tasa de paro de las mujeres (14,4%) dobla la de los hombres (7,5%).

Más información
El paro bajó en 120.000 personas en 2004, la mayor reducción en cuatro años
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El otro exponente favorable es el indicador adelantado del índice de precios armonizado, que muestra una reducción de dos décimas sobre el mes anterior, hasta el 3,1% interanual. Una razón podría ser la mayor incidencia de las rebajas, mayores este año debido a la menor propensión al consumo detectada en la campaña navideña. Es una buena señal, aunque el diferencial con los principales países de la zona euro sigue siendo elevado.

Estos datos positivos coinciden, sin embargo, con los facilitados por Bruselas sobre la caída de la productividad de las economías europeas, especialmente la italiana y la española, en la última década. El Gobierno propicia un cambio de modelo de crecimiento, desde el basado en la construcción y bajos salarios a otro apoyado en la inversión y aumento de la productividad. Los efectos de las iniciativas orientadas a favorecer ese giro tardarán en hacerse visibles, pero los buenos datos de inflación y de empleo, sobre todo en la industria, son una señal alentadora. El objetivo de aumentar la productividad sin perder empleo, como sucede en EE UU, es difícil pero no utópico.

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