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Reportaje:ELECCIONES EN IRAK

Los chiíes prometen un Gobierno laico

La coalición favorita en las elecciones asegura que no habrá turbantes en el poder

Los chiíes están a punto de hacerse con el poder en Irak por primera vez, y sus líderes políticos dicen que han decidido dar una imagen laica al nuevo Gobierno iraquí que proyectan formar, y relegar el Islam a un papel secundario.

Los principales dirigentes de la Alianza Iraquí Unida, la coalición de grupos, en su mayoría chiíes, que se prevé como ganadora en las elecciones del próximo domingo, han acordado que el iraquí al que designen como próximo primer ministro del país será un seglar, y no un clérigo islámico.

Los líderes chiíes dicen que existe un acuerdo semejante, aunque menos formal, para que los clérigos también queden excluidos de los cargos de ministros.

"No habrá turbantes en el Gobierno", ha dicho Adnan Ali, dirigente del Partido Dawa, uno de los mayores partidos chiíes. "Todo el mundo está de acuerdo en eso".

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Con ello parece formalizarse el predominio creciente de los laicos entre los líderes políticos, y refleja asimismo el deseo de la poderosa jerarquía religiosa del país de permanecer al margen del gobierno cotidiano. Entre los 228 candidatos de la coalición chií a la asamblea nacional, hay menos de media docena de clérigos, según los líderes del grupo.

Da la impresión de que la decisión de excluir a los clérigos del Gobierno significa que Abdul Aziz al Hakim, el clérigo que dirige el Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak, heredero de una destacada familia religiosa y muchas veces mencionado como candidato a primer ministro, quedaría relegado a un segundo plano. Los cinco chiíes con más probabilidades de llegar a primer ministro son personajes laicos muy conocidos.

Los dirigentes chiíes afirman que su decisión de renunciar a un Gobierno islámico se debe, en gran parte, a que creen que el pueblo iraquí rechazaría ese modelo. Pero reconocen que además es el reflejo de ciertas realidades políticas: a las autoridades estadounidenses en Irak, que poseen gran influencia, les inquietaría contar con un Gobierno claramente islamista. También a los kurdos, que podrían sentir la tentación de romper con el Estado iraquí, tal como temen las autoridades tanto iraquíes como estadounidenses.

La nueva política parece representar el rechazo de la teocracia de corte iraní. Irán ha dado apoyo moral y material a los dos grandes partidos chiíes del país, Dawa y el Consejo Supremo de la Revolución Islámica.

Pero parece que los propios iraníes comparten la opinión de que es preciso evitar el modelo iraní en Irak. Un dirigente chií iraquí que viajó hace poco a Teherán, la capital iraní, dice que allí le aconsejaron que no colocara a clérigos en el Gobierno.

"Me dijeron que causaba demasiados problemas", explica. Esta inclinación hacia el laicismo llega cuando los líderes chiíes se preparan para lo que consideran un momento histórico: tras décadas de represión oficial, el mayor grupo del país parece el favorito para hacerse con las riendas del Estado iraquí. Conscientes de la oportunidad y de otras oportunidades anteriores que resultaron fallidas, los líderes chiíes que presentan sus candidaturas afirman que se comprometen a ejercer el poder con moderación, lo cual supondría incluir la incorporación de suníes al Gobierno y hacer oídos sordos a algunas voces poderosas en sus propias filas, que proponen un papel más destacado para el islamismo en la nueva Constitución.

No obstante, pese a las expresiones de unidad, no está claro hasta qué punto hay consenso dentro de la coalición, ni qué posibilidades de supervivencia tiene la plataforma tras las elecciones. Tanto los dirigentes chiíes como las bases del electorado iraquí representan un inmenso abanico de concepciones políticas, y cada bloque podría perder o ganar influencia con el paso del tiempo.

Algunos clérigos chiíes importantes, como el gran ayatolá Alí Sistaní, ejercen ya una influencia considerable en un segundo plano, si bien se considera que su corriente propugna un islamismo moderado. Probablemente, los líderes chiíes como Hakim seguirán usando su poder entre bastidores; y sus opiniones son más conservadoras.

El año pasado, durante la elaboración de la constitución provisional del país, Hakim y otros propusieron aumentar el papel del Islam en el nuevo Estado e implantar restricciones a los derechos de las mujeres.

Algunos iraquíes han mostrado su inquietud por la posibilidad de que los chiíes más radicales, en especial los seguidores de Múqtada al Sáder, sean difíciles de controlar una vez pasadas las elecciones.

Al Sáder, un joven agitador que encabezó diversas revueltas contra las fuerzas estadounidenses en primavera y verano, permanece callado por el momento, y 14 partidarios suyos son candidatos en la coalición chií. Ahora bien, en las mezquitas y en conversaciones privadas, Al Sáder y sus hombres siguen expresando su apoyo a la rebelión armada y convocando a un boicoteo de las elecciones.

El reto, dicen los líderes chiíes, será mantener unida la coalición pasado el 30 de enero, cuando comiencen las disputas para hacerse con el poder en un Gobierno previsiblemente de coalición.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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