"Sabemos mucho del espacio y muy poco de lo que hay debajo de nuestros pies"
En mayo de 2003 David J. Stevenson, catedrático de Ciencia Planetaria en Caltech (California Institute of Technology), propuso un viaje imposible: pretendía llegar al centro de la Tierra con una pequeña sonda no tripulada. Su misión sería alcanzar el núcleo, a unos 3.000 kilómetros de profundidad, y, de paso, informar sobre la composición de las capas profundas del planeta para comprender mejor distintos fenómenos geológicos. Por ejemplo, terremotos como los que recientemente han sacudido el océano Índico. Entenderlos mejor, asegura, contribuiría al diseño de mejores sistemas de alerta y a prevenir catástrofes como la del gran tsunami que se ha cobrado más de 200.000 vidas en el sureste asiático. Aunque, matiza, un uso adecuado de la tecnología actual hubiera sido suficiente. Stevenson ha dado una charla recientemente sobre esta cuestión en CosmoCaixa de Barcelona.
"Mi idea es provocar una pequeña fisura en la corteza de la Tierra, capaz de propagarse hasta el núcleo, por la que caería una pequeña sonda"
"Saber más sobre lo que ocurre en el interior de la Tierra quizás nos hubiera ayudado a entender lo ocurrido en Asia"
"Japón ha padecido más de un 'tsunami' y ha desarrollado sistemas de alerta adecuados"
Pregunta. Su artículo en Nature se titulaba Una propuesta modesta. Nadie diría que lo es teniendo en cuenta sus objetivos y los costes previsibles.
Respuesta. Simplemente pretendía llamar la atención sobre la escasa exploración de las capas profundas de la Tierra. Ciertamente, si se llevara a cabo, he de admitir que no sólo sería ambiciosa. Además de resultar probablemente impracticable podría ser incluso visionaria.
P. ¿Tan complejo sería llegar al centro de la Tierra?
R. Hasta el momento sólo se ha conseguido llegar hasta unos 10 kilómetros de profundidad mediante técnicas de perforación. Aunque existe una visión profunda, procede de técnicas indirectas. El resultado es a todas luces insuficiente.
P. De acuerdo con su propuesta bastaría una semana para alcanzar el núcleo. ¿Cómo se las apañaría para ir tan rápido?
R. La idea consistía en provocar una fisura capaz de propagarse hasta el núcleo. A través de ella viajaría una pequeña sonda que nos mandaría información acerca de la composición de los materiales o de las distintas capas que atravesara hasta alcanzar su objetivo. Sería lo más parecido a trabajar in situ.
P. ¿Desde dónde iniciaría esta fisura?
R. El punto más adecuado tal vez sería Islandia. Es una zona activa volcánicamente y con condiciones geológicas que, a priori, podrían facilitar la propagación de la fisura. Por cierto, también es el lugar desde donde se inicia el Viaje al Centro de la Tierra, de Julio Verne.
P. ¿Continúa defendiendo su idea?
R. Hoy por hoy no sabemos gran cosa acerca de lo que ocurre en el núcleo o de su composición. Aunque creemos que está compuesto esencialmente de hierro, no sabemos si hay algo más ni tampoco cuál es su temperatura real o la dinámica del flujo de hierro líquido de la que dependería el campo magnético terrestre. Hay demasiados aspectos que no acabamos de entender bien.
P. Por tanto, insiste en la idea de mandar su sonda científica.
R. Ignoro si mi idea es la más adecuada. Arthur C. Clarke planteó en la década de los cincuenta la oportunidad de construir una estación espacial. Han pasado décadas hasta que finalmente se está haciendo realidad. Me considero un hombre de ideas, no un ingeniero. Mi intención no es organizar ni una gran campaña de recogida de fondos ni tampoco poner en marcha un gran proyecto. Me conformo con provocar, con reflexionar sobre lo mucho que sabemos del espacio y lo poco que conocemos de lo que hay debajo de nuestros pies. Saber más quizás nos hubiera ayudado a entender lo ocurrido en Asia.
P. ¿A qué se refiere?
R. Lo que sabemos de las capas profundas de la Tierra lo debemos fundamentalmente a las ondas sísmicas, las ondas que se crean y propagan tras un terremoto. El que ha habido recientemente en Sumatra, como ocurre en la mayor parte de seísmos, generó unas ondas que atravesaron literalmente el planeta. Gracias a ellas y a otras técnicas de observación como el GPS entendemos cómo se desplazan las distintas capas profundas, cómo han vibrado, pero no nos dicen nada, apenas, sobre la composición de los materiales.
P. El tsunami del Índico ha puesto las grandes catástrofes naturales en el candelero. ¿Es porque hay más terremotos o porque su gran impacto nos ha pillado desprevenidos?
R. Cada vez hay mayor interés. Y lo hay por dos motivos. En primer lugar, por el terremoto en sí mismo como fenómeno geológico. Se trata de entender cómo se producen, cuál es su frecuencia, qué energía desatan y cómo se propagan. Son preguntas muy básicas para la comunidad científica, pero también para la sociedad. Entendiendo su frecuencia o la intensidad previsible se podrían incluso prever sus efectos. Por otro lado, estos mismos terremotos pueden informarnos acerca del núcleo y de la estructura de la Tierra.
P. ¿Qué lecciones nos ha dejado el tsunami del Índico?
R. Todavía es muy pronto, pero, en todo caso, no puede hablarse de sorpresa. La isla entera de Sumatra debe su origen a movimientos sísmicos, a la actividad en la frontera entre las placas tectónicas que se encuentran en esa zona. Es una zona de subducción conocida desde hace años y el desplazamiento real de las placas está también bien establecido. Quizás haya sorprendido su magnitud, una de la mayores de la historia en la región, pero el terremoto se ha producido sobre una falla que ya existía. Aunque no fuera predecible no significa que no pueda ser previsible.
P. Si era esperable, ¿qué ha fallado?
R. Continuamos sin entender ni la secuencia ni la frecuencia de los terremotos, pero grandes terremotos han ocurrido antes en Chile (en 1960) o en Alaska (1964). Incluso tenemos pruebas de grandes tsunamis en el pasado. Pero que se den conjuntamente un terremoto y un tsunami no es el problema, sino sus efectos sobre la población.
P. ¿Se podría haber actuado para evitarlos?
R. La tecnología actual permite detectar cualquier terremoto en el mundo. Las señales que se generan en forma de ondas pueden registrarse al otro extremo del planeta en poco tiempo, en media hora, a lo sumo. Aunque sea difícil determinar la magnitud sólo con la señal, la detección puede activar la alerta. Un tsunami tarda varias horas en formarse y se mueve con lentitud. En este caso podría haber sido posible alertar a la población, pero no existía ni un método ni un sistema creado para dar la alerta y proceder a una rápida evacuación. Japón ha padecido más de un tsunami y ha desarrollado sistemas de alerta adecuados. Parece que ahora va a diseñarse uno en la zona para prevenir futuras catástrofes. En todo caso, deberá complementarse con instrumental que dé información sobre el movimiento de las aguas.
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