Las andanzas andinas de Don Quijote
Ángel Esteban da a conocer en España a Juan Montalvo, émulo ecuatoriano de Cervantes
Casi dos siglos después, se escribieron 60 nuevos capítulos del Quijote. El autor, es evidente, no fue Miguel de Cervantes, sino Juan Montalvo, una de las figuras literarias de referencia en Ecuador, casi desconocido, sin embargo, en España. Este ensayista católico pero anticlerical y liberal por los cuatro costados, nacido dos años después de la independencia de su país (1832), imitó la prosa del alcalaíno para lanzar dardos contra los dictadores de la época. Ángel Esteban, profesor de Literatura de la Universidad de Granada y coautor de Gabo y Fidel, lo da ahora a conocer con una edición comentada de su única novela: Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (Cátedra).
Montalvo, considerado un clásico del romanticismo ecuatoriano (junto a Juan León Mera, contemporáneo suyo) criticó con pasión en ensayos y artículos periodísticos los vicios totalitarios y teocráticos de los gobernantes de su país, recién emancipado tras el desmembramiento de la Gran Colombia. Su afán por defender las ideas liberales en contra de dos de los dictadores de la época, Gabriel García Moreno e Ignacio de Veintemilla, llegó a costarle el exilio en Colombia.
Si Cervantes ideó a su personaje en prisión, Montalvo continuó con sus andanzas en el destierro. "Un día asistió a un tumulto y se le ocurrió contarlo con el lenguaje del Quijote, pero sin la intención de escribir una novela", explica Esteban. "A los seis meses había completado los sesenta capítulos de la obra", añade. En ellos, el autor ecuatoriano se inventa nuevas aventuras para el caballero que discurren en los mismos escenarios de la obra de Cervantes. Este Don Quijote andino provoca con sus delirios peleas en ventas y confunde a ovejas con caballeros encantados. Dos de los episodios sirven para satirizar a los tiranos que expulsaron al autor de su país.
Mediante un exquisito uso del lenguaje, Montalvo trata de copiar el estilo del Quijote, pero siempre manteniendo las distancias. En el prólogo a sus Capítulos (titulado Buscapié) el ecuatoriano habla de los riesgos de compararse con el genio. "Al rival de Cervantes le condenará siempre su malicia; el competidor de ese raro ingenio aún no ha nacido; su émulo puede salir mal y merecer el aprecio de sus admiradores. Ocurre que el émulo puede ser modesto, al paso que en el competidor obra quizá el orgullo. La rivalidad vive de soberbia", escribe demostrando su admiración. Montalvo se declara, pues, "émulo" y subtitula su obra como Ensayo de imitación de un libro inimitable.
El resultado son más de 400 páginas en las que, como en el Quijote, el sentido del humor y la pasión por el idioma, son el hilo conductor. "Montalvo cree que el Quijote es una obra magna por su tratamiento del humor", dice Esteban. "Un humor muy culto en una época en la que reinaba la parodia fácil". El ecuatoriano estaba obsesionado por la lengua, según el profesor granadino. "Creía que el orgullo de un pueblo está en cómo usa su lenguaje y en los monumentos literarios que éste produce. Para él, el castellano era el orgullo de España y América y su momento de esplendor, el Siglo de Oro".
Académico frustrado
La introducción de 80 páginas escrita por Esteban recorre vida, obra y avatares políticos del ensayista. "Era un hombre muy culto que leyó a los clásicos en su idioma. Además de latín y griego, hablaba perfectamente francés e inglés", explica el profesor granadino. Durante su vida visitó varias capitales europeas, entre ellas Madrid, donde entabló amistad con escritores españoles de la época como Juan Valera o Emilia Pardo Bazán. "Intentó formar parte de la academia de la lengua, pero a pesar de contar con apoyos importantes entre sus miembros como los de Campoamor o Emilio Castelar, no lo logró ni en la española ni en la ecuatoriana", recuerda Esteban.
Fue quizá esa frustración la que lo condenó al olvido en España y a la confinación de su obra en círculos académicos. La conmemoración del cuarto centenario del Quijote vuelve a relanzarla ahora, casi dos siglos después.
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