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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pacto racional

Los ministros de Finanzas de la UE han reafirmado en su última reunión el compromiso con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, por el que los Estados miembros de la Unión han de observar ciertos límites en la magnitud de sus déficit y en la deuda pública. Lo han hecho asumiendo la flexibilidad necesaria que la experiencia de los últimos años aconseja, pero sin caer en la renuncia a la especificación de esas reglas fiscales que reclamaba el canciller alemán Schröder.

Que en el seno de la UE, y desde luego en la eurozona, es preciso garantizar la estabilidad macroeconómica, incluidas unas finanzas públicas saneadas, es algo de todo punto necesario, pese a que el pacto no haya sido en su formulación original un instrumento válido para conciliar sus dos objetivos. La concreción cuantitativa de esa estabilidad es ya más discutible, como lo es que ese umbral de déficit público, ahora del 3% del PIB, sea el que determine de forma automática severas sanciones económicas a los Estados infractores, con independencia de las causas que lo han determinado. La experiencia confirma que la rigidez excesiva en la interpretación de esas reglas, además de debilitar el crecimiento, hace un flaco servicio a la racionalidad que debe presidir la orientación de las políticas económicas. Los propios mercados financieros (los de divisas, los de bonos públicos) , tan sensibles precisamente a las condiciones de estabilidad de las economías, no han mostrado precisamente gran inquietud por las que rigen en la eurozona.

Es razonable que la redefinición del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, además de tomar en consideración su segundo apellido, se haga, como ha propuesto el Ecofin, con otros aspectos igualmente expresivos de la estabilidad fiscal. La reglas comunitarias, incluidas las presupuestarias, no deben convertirse en fines en sí mismas, sino en medios racionales y eficaces para garantizar la prosperidad de sus ciudadanos. La experiencia de no pocas economías, muchas de ellas europeas, como las nórdicas, demuestra que aumento del bienestar y estabilidad macroeconómica son perfectamente conciliables.

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