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Columna
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Rifirrafe televisivo

Es posible que los interlocutores de la Generalitat y de Televisión Española (RTVE) hayan acabado poniéndose de acuerdo en la reunión que tenían prevista ayer. A ninguna de las dos partes le interesa cargar en estos momentos con el mochuelo que supondría la liquidación total o parcial de ese centro territorial en Valencia, la antigua Aitana, cuestionado en las últimas semanas. Son 110 puestos de trabajo y eso sería un cargo de conciencia, aunque electoralmente más soportable para los partidos en liza que imputarse mutua y demagógicamente el cierre de un presunto medio de comunicación. Tanto más cuando hay un Comité de Sabios trabajando para proponer a no tardar una fórmula redentora de ese pozo deficitario sin fondo que es TVE.

Como es sabido, el Gobierno valenciano contribuye al sostenimiento económico del mentado centro regional mediante la aportación de más de 600.000 euros y la cesión gratuita de los locales que ocupa en el Parque Tecnológico, además de otras gabelas. Solo es una parte del coste, pero que le legitima para reclamar ciertos beneficios. Por ejemplo, comparecer más en los programas estatales y deferencias similares para con su gestión. Que se sepa, y mientras gobernó José María Aznar, el Consell no dijo esta boca es mía. Era evidente que estaba sumiso o satisfecho con la atención propagandística que se le otorgaba. El problema ha surgido cuando en Madrid pinta otro color político y ya no es posible tener colgado del teléfono esperando órdenes al director del canal público que nos ocupa.

El PP de Francisco Camps, con un desparpajo que le exime de guardar las formas, ha pedido más contraprestaciones. Ya no se conforma con las que venían siendo habituales, y que acaso se hayan recortado con el cambio de inquilino en La Moncloa y en Prado del Rey, sede de TVE. Quizá por eso, y también para marear la perdiz como partido de la oposición, ha reclamado -como un capítulo más de la negociación- un espacio informativo institucional, cinco minutos diarios de noticias de la Generalitat, que no podrían ser otra cosa, al margen de aburridas, que un remedo del viejo NO-DO, como alguien ha recordado. Eso no tiene nada que ver con la comunicación, y mucho menos con el periodismo, sino con el gabinete de promoción de los gobernantes.

Presentimos que este rifirrafe acabará en tablas, lo que no es ni mucho menos una solución al problema de los medios informativos de titularidad pública. Un problema que, mientras no se aborde, propicia exhibiciones cínicas como la protagonizada estos días aquí por los portavoces de los dos principales partidos, imputándose unos a otros la instrumentalización de RTV pública en beneficio propio. Da grima y risa leer las cosas que dicen, sabiendo que nunca ha sido su voluntad -ni la de sus siglas- concordar un estatuto que garantice la transparencia y autonomía de estos medios. Por el momento, y con la excepción catalana, da la impresión de que el PP y PSOE están empeñados por igual en degradar la televisión y la radio públicas en beneficio de las privadas, lo que en el caso de los socialistas sería cometer un error histórico, aunque no insólito. Habrá, pues, una tregua en el conflicto que aludíamos, pero no una solución a la precariedad e indefinición de RTVE en Valencia, por la que nadie lloraría hoy su desaparición, salvo los cocodrilos políticos.

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