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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

A propósito de los nacionalismos

Cuando surgen a la largo de toda la historia los movimientos nacionalistas pero item más en el siglo XIX, éstos se circunscribían en un entorno de transculturación avasalladora que no sólo lo hacía en ese ámbito sino en el de las restantes estructuras. Ante este fenómeno, los parámetros de actuación eran siempre los mismos: la clase dominante de la nación avasallada ponía de cara al pueblo y frente al "imperio y/o dictadura amenazante" una serie de argumentaciones ideológicas para justificar todo tipo de luchas, incluidas las armadas para salir de dicho avasallamiento. Por supuesto, como en todo fenómeno ideológico hay una serie de argucias que no son de total diafanidad argumental, presentando como horizontes utópicos y de interés general, lo que sólo son intereses de clases, pero en el fondo se defendía una noble causa. Se recurría a lo que todavía sigue siendo tremendamente recurrente: lengua, bandera, himno, conciencia colectiva, conciencia histórica... incluso raza o etnia. Se personifican entelequias que hicieran conmover "el alma del pueblo"... camino que en principio justificaba un noble fin: erradicar el poder imperialista o dictatorial invasor.

Pero cuando esto se consigue y el avasallamiento ya no existe no se pueden inventar argumentaciones falaces, axiomáticas y embaucadoras para exigir un nacionalismo excluyente sin atenerse a la praxis real sino a una serie de tópicos y entelequias que a fuerza de repetirlos como reales y sufridos por el pueblo acaban calando como real en un porcentaje alto tanto de los propios nacionalistas como de cierta progresía de salón. Cuando llegamos a dicha situación, el hecho ya no es de juzgado de guardia, que también, sino fundamentalmente de psiquiatría (análisis deformado y enfermizo de la realidad que puede llevar a cometer los más horrendos crímenes y desmanes inimaginables). Sería largo y prolijo enumerar los ejemplos históricos que demuestran esta tesis, pero lo que es claro y contundente que nuestra España actual es un diáfano ejemplo. Y ante esta situación: ¿cómo dialogar?, como decían los clásicos, contra principia negantem non est disputandum. Frente a los fundamentalismos no vale talante ni hablando se entiende la gente , sólo la lucha legal y policial, y como salida (porque todo el mundo humana y mucho más cristianamente la tiene):reconocimiento de los hechos e intereses claros de someterse a tratamiento psiquiátrico, amén de cumplir la pena. Os remito al último libro de José Antonio Marina, Teoría y práctica de la estupidez. Salutem plurimam.

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