Otro fracaso de Sevilla
Hace unos días comentaba un periodista con cierta amargura que la oferta cultural de la ciudad en el mes de diciembre se reducía a unos cuantos Belenes. Lo que probablemente no sabía es que su visita se haría especialmente difícil para el foráneo, ya que la correspondiente guía se editó bien avanzado el mes, y con los puestos de la Plaza San Francisco ya clausurados, lo que mermó considerablemente su difusión.
Poco antes tuvimos en Sevilla los acontecimientos más importantes de este año y probablemente de muchos venideros, como fueron la Copa del mundo de Golf y la Copa Davis. En la primera, mientras las imágenes del nítido cielo sevillano daban la vuelta al mundo, había que buscar con lupa los resultados del evento en la prensa local, a pesar de que España, que empezó a jugar al golf ayer, quedara finalista con el equipo inglés, cuya tradición en este deporte es de sobras conocida. Para la segunda, tras el desastre de la venta de entradas para el Estadio Olímpico, sólo fuimos capaces de ofrecer a los visitantes, además del encarecimiento de los precios, el adelanto del alumbrado navideño: unas pocas bombillas de colores costeadas por todos, ya que incluso a las comunidades de vecinos se les ha pedido este año su aportación.
Finalmente, quedaba la ilusión de la Cabalgata de los Reyes Magos, declarada recientemente de Interés Turístico por la Junta de Andalucía. A pesar del tesón del Ateneo, del apoyo empresarial y de los voluntarios que año tras año hacen posible la ilusión de tantos niños, no se pudieron evitar los múltiples incidentes que provocaron un retraso en el cortejo más de dos horas, y la consiguiente decepción del público espectador.
Que nadie se sorprenda si los turistas que nos visitaron estos días no regresan a nuestra capital. Pero eso no es lo peor. Lo peor es la imagen de Sevilla que se va con ellos: la de la ciudad del fracaso. Y como botón de muestra, el agujero de la Encarnación.
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