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Reportaje:

Nueva York, a precio de saldo

Los turistas europeos llegan en masa al paraíso del consumismo aprovechando la debilidad del dólar

Give me two! (¡Dame dos!). Por esta frase se reconocía a los turistas españoles que visitaban Estados Unidos en los años en los que la peseta pisaba fuerte frente al dólar. La historia vuelve a repetirse ahora con el euro y por eso no extraña que durante estas fiestas se haya visto más gente que hace un año hablando español, francés, italiano o alemán por las calles del corazón de Nueva York, cargando con bolsas y parándose sin miedo frente a los escaparates.

La debilidad del dólar y la posibilidad de viajar a buen precio hace de EE UU un destino muy atractivo para los turistas europeos. Y es que pueden ir de compras por Madison Avenue o la Quinta Avenida a precio de saldo. Con el cambio por encima de los 1,30 dólares, pagar con una tarjeta de crédito española, belga o portuguesa sale un 50% más barato que en 2001, cuando por un dólar daban 0,89 euros. Por no hablar de los 0,82 dólares por euro de octubre de 2000.

Es el mismo efecto del que se beneficia la economía de EE UU por la debilidad de su divisa. Un dólar barato favorece las ventas de productos estadounidenses fuera del país. En la práctica, los turistas operan como pequeños exportadores. "Seguramente estamos comprando la misma cosa un 50% más barata que en nuestro país", comenta uno de ellos. Para una visitante británica "es como ir de rebajas" porque en Londres le costaría "el doble o el triple".

La gran diferencia entre los turistas que visitan Nueva York estos días y los que lo hacían hace una década está en las cosas que compran. Entonces, mandaban las gafas de sol Rayban, los vaqueros Levi's y los zapatos Sebago. Ahora, se lanzan sobre los reproductores musicales digitales iPod de Apple, los últimos modelos de cámaras de fotos digitales o, incluso, bolsos de Gucci, camisas de Burberry, Tommy Hilfiger, Polo Ralph Lauren o DKNY y lencería de Victoria's Secret.

Como señala Dana Telsey, analista de la firma Bear Stearns, el comercio de artículos de lujo vuelve a estar en auge gracias a la llegada de turistas ingleses, franceses y japoneses. El comercio no es el único que saca tajada de esta ola de foráneos. Los espectáculos en Broadway, muy castigados desde los atentados del 11-S en 2001, incrementaron un 3% su caja, según datos de la League of American Theatres and Producers. En 2004 se vendieron 11,3 millones de billetes. Como señala Jed Berstein, presidente de esta industria, se duplicó el número de turistas extranjeros de 650.000 a 1,2 millones.

Nueva York no es el único destino escogido por los europeos que viajan a EE UU. Junto a ella aparecen también Florida y California e, incluso, Colorado y sus grandes pistas de esquí, donde los operadores turísticos esperan una buena temporada de verano, dadas las reservas realizadas. "Hablar de que la debilidad del dólar crea oportunidades puede sonar antipatriota", señala Andy Wirth, vicepresidente de ventas en Steamboat, "pero hay que sacar partido de la situación".

El Departamento de Comercio dijo en abril que 9,3 millones de turistas europeos llegarían a EE UU de vacaciones, un incremento del 7,3% respecto a 2003. Esa estimación se verá rebasada ampliamente hasta un incremento del 13%, según los analistas, que calculan que sólo en Nueva York el turismo dejará 3.700 millones de dólares. Todo esto sucede mientras los dirigentes europeos se muestran preocupados por la fortaleza del euro.

Hace tres años, cuando el euro perdía valor frente al dólar, el debate era justo el contrario. Los analistas del mercado de divisas mantienen que la moneda europea superará los 1,40 dólares en los próximos meses, por las dificultades que tiene EE UU para corregir su déficit fiscal y exterior. Mientras a nadie le entre el pánico por la depreciación del dólar, dicen estos expertos, el turismo y las exportaciones aportarán grandes beneficios a las empresas y ayudarán a crear empleo. Fred Kaen, profesor de Finanzas de la Universidad de New Hampshire, dice que "el flujo de europeos gastando dinero aquí es bueno" para la economía.

Pero, como advertía The New York Times a dos semanas de las vacaciones navideñas: "Estadounidenses en Europa, cuidado con vuestros dólares". Las casas de cambio venden euros a 1,44 dólares y libras a dos dólares, e incluso más. Viajar al Viejo Continente puede resultar caro para un estadounidense. Hace cuatro años pasaba justo lo contrario.

Unos 12 millones de estadounidenses visitan cada año Europa. Por eso, las agencias de viaje buscan fórmulas de viajes combinados que les permitan reducir costes y animar a sus clientes a no elegir otro destino aunque pierdan con el cambio de moneda. Tampoco es de extrañar que ganen popularidad los países de fuera de la zona euro, como la República Checa, Polonia o Hungría.

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