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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL

El turquesa de Llanganuco

PERÚ ES MUCHO MÁS que Machu Picchu. En mi tercera visita a los Andes he encontrado más belleza natural y arqueológica -que recomiendo enardecidamente- en los lugares menos frecuentados por el turismo.

A 400 kilómetros al noroeste de Lima, y a ocho horas de autocar, en el departamento de Ancash, recorrimos el Callejón de Huaylas, un valle en las estribaciones nevadas de la Cordillera Blanca y los picos de la Cordillera Negra, unidas por el vigoroso caudal del río Santa y una cadena de pequeñas ciudades muy hermosas. A 109 kilómetros al sur de Huaraz, en la provincia de Huari, visitamos el templo de Chavin de Huantar, que tiene forma de pirámide truncada y pertenece a la cultura preincaica chavín (aproximadamente de 1200 antes de Cristo), en cuyas galerías subterráneas se encuentra el Lanzón (escultura de piedra tallada en forma de cuchillo de unos 4,6 metros de alto).

Al norte, en la provincia de Yungay, está la ciudad del mismo nombre, a 2.548 metros, desde donde se parte en dirección al parque nacional de Huascarán por una carretera de curvas salpicada de retama y eucaliptos. Íbamos en busca de lo que fue el punto culminante del viaje: las lagunas de Llanganuco, a 3.800 metros (la laguna de Chinan Cocha, de un colorido turquesa de luminosa transparencia, y la de Orcon Cocha, de tonos más celestes, ambas de delicada belleza, formadas por el agua pura del deshielo del Huascarán, el pico más alto del Perú, de 6.768 metros). A un lado, las faldas del Huascarán, y al otro, las del Huandoy, que hacen honor a la leyenda de que estando enamorados, los dos nevados nunca se van a encontrar. El aire limpio y un sol radiante realzaron la visita a esta zona de Ancash, un nuevo encuentro de inesperada complicidad con ese fascinante país, Perú.

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