Fantasmas
"Terrible fue la peste de Londres en el año 65. Barrió cien mil almas y sin embargo me dejó vivo". Tal es la conclusión del Diario del año de la peste, de Daniel Defoe. Imposible expresar mejor en sólo tres frases la extrañeza que proporcionan algunas decisiones del destino. Parece un epitafio, un epitafio pensado para un vivo, ya que, pese a la contradicción aparente, los que se quedan necesitan a veces este tipo de sentencias funerarias tanto o más que los muertos. ¿Cómo encerrarse en casa, tras haber sobrevivido al fin del mundo, sin la ayuda de un par de frases que expresen el estado de ánimo al que estás condenado para el resto de tus días? Al tallar una inscripción semejante a la entrada de tu hogar con las mismas herramientas que utilizarías para grabarla en tu lápida, estás proporcionando al visitante más información de la que cabría en una biografía extensa. "Terrible fue la peste de Londres en el año 65. Barrió cien mil almas y sin embargo me dejó vivo".
Contemplando estos días las imágenes servidas por la prensa, teníamos la impresión de que los difuntos eran más reales que los vivos. Viéndoles cavar las tumbas con esos monos de color blanco y con las facciones ocultas tras los pañuelos o las máscaras, los supervivientes nos parecían presencias fantasmagóricas, seres a medio camino entre dos mundos. Casi tranquilizaba la contemplación de los cadáveres, convertidos al fin en materia inerte y liberados de la necesidad de atravesar ese infierno en el que uno, aun sabiéndose muerto, continúa atado a la agotadora burocracia de los vivos: cavar fosas, preparar piras, buscar o amortajar parientes, sin olvidar la humillación de correr tras la sombra de los helicópteros.
Leo que algunos de estos supervivientes fantasmales, entran en los hospitales y se llevan, como el hombre del saco, a los huérfanos para traficar con ellos en el mercado de la prostitución. "Notamos algo raro antes de la llegada de la ola", aseguran los que escaparon a ella. Muchos continuamos notando algo raro tras su retirada. Y no es sólo la extrañeza de haber sobrevivido al fin del mundo, sino la de no saber para qué. "Terrible fue la peste de Londres en el año 65. Barrió cien mil almas y sin embargo me dejó vivo".
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