Transporte salvaje
En los últimos 10 años, el precio del transporte público ha subido en Madrid un 43%. Este nuevo 2005, con los votos solitarios del PP y la oposición del resto de la raza humana, los Reyes Magos echarán a todos los habitantes de la ciudad otro aumento de entre el 6% y el 8%, tanto en lo que se refiere al Consorcio de Transporte como a los taxis, en los que a partir de ahora no ir a ningún sitio costará un euro con sesenta y cinco, que es lo que vale ese sablazo llamado bajada de bandera que es como una versión de lo de poner una pica en Flandes en la que Flandes eres tú. Es curioso que, al final, siempre se acabe pagando, da lo mismo que te muevas tú o que se muevan los otros: pagas lo que andas en un taxi o en un autobús; pagas lo que el taxi ha andado antes de que te subieras a él, para ir hasta el aeropuerto desde la estación de tren en la que lo coges; pagas el peaje de las carreteras radiales; pagas, en concepto de desplazamiento, lo que anda cualquier operario que vaya a tu casa para arreglarte las tuberías, el ordenador o una lámpara -y a unos precios que parece que hubieran ido en el Apolo XII-, y cuando tienen que salir a buscar una bombilla, dos botes de pintura o unas arandelas a la ferretería, pagas ese tiempo como mano de obra, que a menudo es lo mismo que manos a la obra, sólo que al revés. Ya ven si el transporte es caro. Dentro de poco, cuando todo lo que se mueve pase a ser controlado por el Ayuntamiento, los ascensores de las casas funcionarán con monedas, los carteros llevarán un podómetro que marcará diez céntimos por cada paso que den y para subir unas escaleras mecánicas habrá que pasar antes la tarjeta de crédito por una ranura: cobrarán a 20 céntimos la planta, si es de subida, y a 15 si es de bajada.
La Plataforma Cívica por la Movilidad Sostenible en Madrid -compuesta por representantes del PSOE, IU, Los Verdes, UGT y Comisiones Obreras- anda por la calle repartiendo folletos en contra de la subida "abusiva y salvaje" de los precios del transporte público de la región. Entre todos ellos, es significativa la presencia de Los Verdes, porque una de las consecuencias más dramáticas de esta política basada en la explotación de los ciudadanos es que, con unos incrementos tan abusivos en el billete de los transportes públicos, la mayor parte de la gente sigue usando sus coches y multiplicando la contaminación, porque en realidad no les merece gran cosa la pena cambiar de hábitos. Eso es justo lo que dice la Agencia Europea de Medio Ambiente, que ha presentado un informe muy claro al respecto, en el que denuncia, entre otras cosas, que los precios que imponen las autoridades europeas "favorecen al vehículo privado frente al público", ya que mientras el segundo sube sin cesar, "el coste total del transporte de turismos, incluyendo tanto la compra como los costes operativos, ha permanecido estable". Al final, la ciudad es cada vez más inhabitable y está más envenenada porque nadie quiere impedirlo de verdad, y subir los precios por encima del IPC no es la solución. ¿Alguien duda que si los precios del transporte público bajaran a la mitad, la gente se subiría a ellos el doble?
La Agencia Europea de Medio Ambiente también insiste en la necesidad de potenciar el transporte eléctrico, con redes ferroviarias o tranvías, para luchar contra la contaminación. El informe denuncia que en la última década los antiguos países asociados han construido 12.000 kilómetros de nuevas autopistas, y los nuevos, más de mil, "a la vez que las estructuras de ferrocarril convencional y vías navegables se contraían lentamente". Eso significa, por ejemplo, que las emisiones de CO2 han aumentado un 20% a consecuencia del transporte de mercancías por carretera. Sin duda, las medidas que ha anunciado el Gobierno para potenciar el trazado ferroviario español parecen una buena noticia, siempre y cuando, claro está, no destruyan los bosques para crear los trenes, como a veces ocurre. Como lo es el proyecto de exigir por ley que las casas se construyan con paneles de energía solar. Como lo sería poner un tranvía en las calles principales de Madrid y, así, decirle adiós al problema del carril bus y al puñal invisible de los tubos de escape.
Por ahora, con la política de precios del Ayuntamiento, la primera noticia que hemos recibido para empezar el año es tres veces mala: para nuestro dinero, nuestra ciudad y nuestro planeta. Qué insensatez.
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