Bloques y autoconstrucción
El barrio egarense confía en que las reformas urbanísticas sean paralelas a las políticas de integración
"Fíjate, ahora hay grúas, algo que no se veía desde hace años", señala un vecino. Es el signo más visible de que algo pasa en Ca n'Anglada, un barrio que creció en la década de 1950 con trabajadores procedentes, sobre todo, del sur de España. Llegaron y se instalaron como pudieron. En la zona sur, ellos mismos construyeron las casas. En el norte abundan los bloques de pisos, levantados a toda prisa, con poco espacio para respirar y muchas patologías. En muchos de estos bloques, de cuatro y cinco pisos, ni siquiera hay ascensor, algo que lleva bastante mal una población cada vez más envejecida.
Hace ya algunos años, Ca n'Anglada se estancó. Los jóvenes se fueron. Y los que llegaron eran, sobre todo, inmigrantes con poco poder adquisitivo. Hasta que en diciembre del año pasado entró en vigor un nuevo plan de ordenación urbanística municipal. Se dio permiso para construir. Y llegaron las grúas. No sólo eso: a finales de la legislatura pasada, el Ayuntamiento de Terrassa, gobernado por el PSC, ERC e ICV-EA empezó a mirar hacia el barrio. Primero fue un gran aparcamiento y en septiembre se abrió una oficina de la Sociedad Municipal de la Vivienda, dedicada a la rehabilitación de pisos. Ahora las esperanzas están puestas en los fondos, 8,5 millones de euros, que la cocapital del Vallès ha recibido de la Ley de Fomento de Barrios de la Generalitat. Es menos de lo que habían pedido, 12,9 millones de euros para un proyecto con un coste estimado de casi 20 millones de euros. "Esperamos recibir otros fondos. De momento no vamos a desestimar ninguno de los puntos del proyecto", explica la concejal de Acción Territorial y Servicios Urbanos, Anna Sala.
Los vecinos esperan "la revolución, que llegue gente joven y que la que hay no se marche"
Mustafá, de 14 años, participó en un torneo de dominó entre jubilados y jóvenes magrebíes
Es un balón de oxígeno que muchos llevaban ansiando desde hace tiempo. Las expectativas son altas. Antonio Sánchez, presidente de la Asociación de Comerciantes, espera que llegue "la revolución, que venga gente joven y que la que hay no se marche". Si hay suelo urbanizable y pisos, Sánchez cree que no será difícil que esto suceda. Ca n'Anglada es un barrio con todo lo que comporta la palabra. Los vecinos se conocen y la calle es un hervidero, sobre todo en verano, cuando las sillas ocupan las aceras. Según el Ayuntamiento, el 24% de la población de Ca n'Anglada es de origen extranjero. Va por zonas; en algunas, esta población es del 40%, y en otras, del 5%.
Se trata de compartir la calle, los equipamientos públicos y las escaleras. Hay vecinos de orígenes distintos y todo un abismo generacional. La convivencia no es fácil. A los comerciantes les preocupa otro asunto: "Hemos hecho hincapié en que se limpie la imagen". Citar lo que ocurrió en julio de 1999, cuando estalló el polvorín de disturbios racistas pillando a todo el mundo desprevenido, es entrar en un territorio lleno de minas. La Asociación de Vecinos, con una media de edad que supera los 50 años, insiste: "No somos racistas". Afirman: "Ca n'Anglada es un barrio de trabajadores, levantado por trabajadores, los que estamos aquí desde los años cincuenta". Y añaden que quieren "muchísimo el barrio". ¿Ha cambiado algo desde 1999? El presidente de la asociación, Felipe Arenas, usa expresiones que son ya conocidas. Dice que "los jóvenes varones inmigrantes se tumban en el parque y dicen cosas a las mujeres", que si no hay diálogo entre ellos y los inmigrantes es porque estos últimos "no han llamado" su puerta. La distancia pervive.
El Ayuntamiento pretende que la inversión sirva para acortar distancias. Pero es difícil. Aunque hay quien lo tiene bastante claro. Mustafá, de 14 años, se pasó una tarde en un torneo "intergeneracional" de dominó. En la misma mesa se sentaban jubilados y jóvenes magrebíes. "Está bien conocer gente mayor y que ellos nos conozcan a nosotros, así ven cómo somos de carácter". Pero éste no es el primer encuentro que Mustafá tiene con la tercera edad. "Yo ya tengo amigos porque al lado de mi casa se sienta siempre la gente mayor y hablamos de cómo va Terrassa y cómo era antiguamente", aclara.
El presidente del casal d'avis, Vladimiro Martí, de 72 años, se ha pasado los últimos nueve años batallando. Los técnicos municipales lo conocen porque en cuanto se cruza con ellos les lanza toda una batería de reivindicaciones. Tras conseguir que un vetusto bar del barrio se convirtiera en casal d'avis, ahora reclama una residencia. Él no está satisfecho. "Han dejado decaer mucho el barrio, aquí podemos convivir todos si siguen las normas, tienen que ser como cualquier otro de Ca n'Anglada", explica mientras comparte mesa de dominó con dos chavales magrebíes.
Los 8,5 millones de euros que aportará la Generalitat irán destinados a cuatro barrios: Ca n'Anglada, Montserrat, Torresana y Vilardell. Ca n'Anglada es, con diferencia, el de más población: 12.534 habitantes de los 16.677 del distrito. El objetivo, explica Anna Sala, es "integración del distrito en la ciudad y cohesión". Alcance o no el dinero para todo, lo que es seguro es que se acabará lo que se ha empezado, según Sala. Uno de los proyectos que ya están en marcha es la conversión de la avenida de Barcelona, una arteria con mucho tráfico, en una rambla. Otras calles van a vivir la misma transformación: prioridad para los peatones. Tampoco van a parar la restauración de fachadas y edificios, y la instalación de ascensores. Ni ninguno de los proyectos sociales que ya han empezado, como el "fomento de la convivencia en las comunidades de vecinos y los trabajos de inserción laboral, sobre todo con jóvenes que, a veces, o no saben leer o no conocen el catalán". Quedan otros proyectos por desarrollar, hasta un total de 13 en el plano social, como el plan de acogida y otro que pretende que los niños autóctonos sean los que guíen a los recién llegados las aulas. También se pretende eliminar edificios ya muy degradados para dar más oxígeno al barrio.
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