Las burbujas
Hace ya casi una década, en una visita a un colegio de Lanzarote, una maestra me dijo que por fortuna los niños de la isla ya no se veían obligados "como en la educación franquista" a comenzar su aprendizaje estudiando los ríos y los montes. Los niños de Lanzarote, decía la maestra, tienen derecho a aprender antes que nada lo suyo, lo que tienen delante de los ojos, "¿y qué le dice a un niño de Lanzarote un río o un monte?". Eso de que el estudio de la geografía se relacionara con la dictadura no sólo me sorprendió, sino que me dolió profundamente, de la misma forma que siempre me ha dolido la simpleza de relacionar a Franco con la construcción de pantanos, cuando Franco lo único que hacía era cortar la cinta, ya que muchos de ellos estaban ya proyectados desde la República. El niño, se ha dicho tanto, tiene que aprender en la escuela lo que tiene delante de sus narices, o sea, lo que ya sabe, o sea, lo que le están enseñando sus padres desde el primer día de su vida. Esta corriente pedagógica que hoy está empezando a ser cuestionada (¡al fin!) ha infectado la enseñanza durante años, así que no sé a qué viene tanta extrañeza con los resultados del estudio sobre el nivel de nuestros estudiantes. Estudiar lo lejano puede servir no sólo para soñar, una actividad muy cercana por cierto al universo infantil, sino que en ocasiones tiene una inusitada utilidad. En un colegio de Francia, un maestro, el año pasado, enseñó a los niños en qué consistía un maremoto. Puede que algunos de ellos estuvieran medio dormidos durante la explicación, que otros leyeran mientras un tebeo que tenían escondido, pero parece evidente que como siempre hubo un tercio que se sintió fascinado por la descripción de esa violenta sacudida de la tierra debajo del mar. Una niña recordó hasta tal punto las palabras de su maestro que, la mañana del 26 de diciembre en que el agua se puso "rara" y empezaron a producirse extrañas burbujas en aquella playa tan lejana de su hogar donde pasaba las vacaciones, fue capaz de intuir lo que estaba a punto de pasar y convencer a sus padres de que había que salir corriendo. Salvaron la vida. Parece un cuento para niños, pero es cierto.
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