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EL ENREDO
Columna
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Adosado tipo loft vende

EN CASA SEGUIMOS LAS TRADICIONES, pero adaptándolas a los tiempos: en lugar de portal de Belén, hemos puesto un adosado. Podemos discutir si España es más o menos católica, pero no hay español que no profese la fe inmobiliaria. Si fuéramos un país lógico, la compraventa de pisos se estudiaría en las escuelas. El hecho inmobiliario. En pie de igualdad con el hecho religioso. Un español de hoy anunciaría el portal de Belén en los periódicos: "Bonito chalé tipo loft vende. Todo exterior. Muy cálido. Actualizar. Ideal familia con animales. Muchas posibilidades".

Supongo que a los reyes magos les habrán llegado cartas de cándidos niños y niñas: "Querido Baltasar, este año me he portado bien y quiero un piso para vivir y otro para especular". ¡Ay, ingenuos! Oyen campanas y no saben dónde. Creen que el dinero negro es cosa de Baltasar, por eso se lo piden a él. No saben que el dinero negro es cosa de todos, en eso los españoles no somos racistas. Cómo hemos sabido adaptarnos a los tiempos. ¡Incluso hay notarios modernos! Esto se lo dices a un español que hubiera sido congelado hace treinta años y te dice: "Bah, notario moderno es una contradícción en sus términos". Pues no. Hay notarios modernos. Se firma una transacción inmobiliaria en el despacho de un notario moderno y, una vez leídos solemnemente los acuerdos, y las leyes que los sustentan, el notario moderno se levanta y comenta: "Bueno, les dejo que tendrán que hablar de sus cosas". Como si un juez, tras leer la sentencia condenatoria, se levantara y comentara: "Bueno, y ahora me voy a echar un cigarrito, que el señor querrá fugarse". En un juez crearía alarma social, pero en un notario causa regocijo general, porque en la fiesta participamos todos. Se levanta el notario y hay un vuelo de manos y fajos de billetes entre promotores, banqueros, propietarios, compradores y vendedores. ¡Qué gran orgía! Y muy igualitaria, además, como cantaba Serrat en Cambalache: "Lo mismo un burro que un gran profesor". Después, todos juntos nos tomamos una cervecita en el bar y coincidimos en que hay mucha corrupción en la política.

En una comida familiar se comentó: hay que ver, cómo están los pisos. Y doce respondieron : ¿Acaso soy yo, maestro?

En casa hemos puesto unas figuritas alrededor del adosado, representando al promotor, al constructor, al agente inmobiliario, al comprador, al vendedor, al inspector de Hacienda... Y por respetar la ingenuidad infantil, sí, el maletín se lo hemos colocado al rey Baltasar. Probablemente los otros dos lo llevan en secreto bajo la capa.

Lo más gracioso es que, en una de las comidas familiares, alguien comentó: hay que ver, cómo están los pisos, qué precios. Y doce respondieron al unísono: ¿Acaso soy yo, maestro? Puede que sea esa la proporción real: una compraventa limpia por cada doce sucias. En este 2005, Hacienda se ha propuesto atajar el fraude inmobiliario. Todos nos hacemos buenos propósitos al empezar el año, pero ya puede ir con cuidado el secretario de Estado. Si alguien se pone a predicar contra el fraude inmobiliario, puede suceder que una masa ciudadana se eche a la calle, agarre al predicador y le crucifique en la vía pública. ¡Los españoles somos tan apegados a nuestras tradiciones y creencias!

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