Espectáculo y risas
Para quienes deseen saber en qué parámetros se movió el pop de los ochenta, el lado más colorista y pro amateur de la movida, las canciones más naíf y guatequeras, los madrileños L Kan han de ser ya una referencia obligatoria. Así lo vieron también los espectadores que abarrotaron el local de la capital en el que el cuarteto presentó su tercer disco, Discazo, perfecta continuación de aquellas dos píldoras de colores que fueron Supersenserio y Cosas que miden poco, sus dos primeros álbumes.
Para cualquiera introducido en el modo de hacer lkaniano, era fácil prever que el espectáculo visual y las risas cómplices habrían de ser los elementos fundamentales de una presentación en la que el grupo decidió aprovechar todos los espacios muertos de la sala para ocuparlos con sus músicos. Y eso que son sólo cuatro. Dos de ellos, disfrazados de empleados de mudanzas, los instrumentistas. Los otros dos, chico y chica, vocalistas enloquecidos e incapaces de estarse quietos un segundo. En especial la chica, O Kan -¿o tal vez B Kan?-, quien tenía una enorme caja de disfraces con los que fue cambiando de atuendo casi en cada canción.
L Kan
M Kan (bajo y teclados), L Kan (guitarra, teclados y coros), O Kan (voz) B Kan (voz). Sala Ocho y Medio. Madrid, 22 de diciembre.
Disfraces
Comenzó el grupo interpretando Nanana Nanana con los dos vocalistas disfrazados de cowboys de mentirijillas. Acto seguido se invitó a un sujeto que cumplía años a que compartiera con el grupo el tema Todo por placer y, de paso, a dejarse estrellar una tarta en la cara, acto que encajó con deportividad y hasta de buena gana. El grupo fue alternando canciones antiguas, como La + fané, (This is not) Modern talking, Humor idiota o la genial Gayhetera, con la que cerraron su noche triunfal, con canciones nuevas y no exentas de ingenio: Aburrida de estar salida, Mi relación con Francia, Mi cociente es diferente o Te prefiero sucio. En todas ellas los cantantes fueron asumiendo disfraces y personalidades que harían las delicias de los amantes del cine del primer Almodóvar o del dúo Ayuso&Sabroso. Aunque, si hay que destacar especialmente alguna, desde luego Quiero ser siniestra, donde riman sin ningún tipo de contemplación "mamarracha" con "cucaracha". Ahí es nada.
Fue un divertido concierto que, sin duda, podría ser la tortura perfecta para todos aquellos que se toman excesivamente en serio la música pop o van a un concierto a darse un baño de virtuosismo instrumental. Menos mal que no todos lo ven así, en blanco y negro, y que quedan grupos como L Kan.
Babelia
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