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Reportaje:

El hombre del manual

Arrigo Sacchi se encumbró como técnico en un Milan genial, pero no resistió la tensión del banquillo

Enric González

La carrera del técnico italiano Arrigo Sacchi (Fusignano, 1946), virtual mánager general del Madrid, terminó dos veces. Oficialmente, el 2 de febrero de 2000, cuando anunció que la tensión le mataba y no era capaz de seguir en el banquillo del Parma o en otro. Pero su alma de entrenador había muerto el 6 de abril de 1997, en un encuentro en San Siro entre el Milan y la Juventus. Había regresado a un Milan sin Gullit ni Van Basten, sustituidos por Norqvist y Dugarry, con la esperanza de que su famoso manual del juego colectivo supliera la falta de individualidades. Pero la Juve de Zidane le goleó por 1-6 y su magia se evaporó. Lo que vino después fueron simples prórrogas, temporadas de descuento para un hombre con poca ilusión y demasiados nervios.

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Algunos, como el ex seleccionador italiano Azeglio Vicini, creen que Sacchi arrastró siempre un defecto fundamental: no haber sido futbolista. "Quien ha jugado a alto nivel", dijo cuando renunció a entrenar, "posee una experiencia que vacuna contra la tensión y ayuda a sobrellevarla". Quizá el no haber sido futbolista contribuyó igualmente a sus enfrentamientos con los jugadores que, por calidad técnica y temperamento creativo, desajustaban -normalmente, para bien- sus montajes. Se peleó con los dos mejores del decenio: Baggio, en la selección, y Zola, en el Parma.

Sacchi se sentó en el banquillo desde pequeño. Amaba con locura el fútbol y conocía lo bastante para ser consciente de que no servía para jugarlo. Como alternativa, entrenaba a sus compañeros. Su padre era fabricante de zapatos y, de joven, empezó a trabajar para él como agente comercial, lo que le dejaba tiempo para gozar de su afición de técnico. Dirigió el Fusignano, el Alfosine, el Bellaria, el Cesena juvenil, el Rimini y el Fiorentina juvenil hasta recalar en el Parma, que competía en Segunda. Allí, en 1987, le llegó la gran ocasión: el Parma disputó una eliminatoria de la Copa con el Milan y dio una lección de fútbol. El nuevo presidente milanista, Silvio Berlusconi, se fijó en el joven técnico y le ofreció el banquillo. Un golpe de suerte para ambos.

Los éxitos de Sacchi en el Milan son conocidos. Disponía de una de las mejores plantillas de la historia -Van Basten, Rijkaard, Gullit, Baresi, Maldini, Ancelotti, Costacurta...- y extrajo de ella un juego colectivo poderoso y eficaz que podía fallar en la Liga -sólo ganó una, la de 1988-, pero resultaba idóneo para las grandes citas. Tras una decepción, la eliminación en la Copa de la UEFA ante el Espanyol, logró dos Copas de Europa, en 1989 y 1990; dos Intercontinentales y dos Supercopas.

En 1991 dejó el Milan para asumir la dirección de la selección italiana. Su participación en la Copa del Mundo de Estados Unidos 94 se saldó con un relativo éxito: Italia fue subcampeona, derrotada por Brasil por penaltis. La trayectoria, sin embargo, no fue gran cosa. Pasó alguna eliminatoria, como contra España -recuérdese el rostro ensangrentado de Luis Enrique-, por razones no estrictamente atribuibles al balón y se sostuvo sobre todo por el talento de Baggio. Dos años después sobrevino el fracaso. Sacchi había dejado de ser popular por sus problemas con Baggio, al que recriminaba sus improvisaciones y su frecuente indisciplina táctica. La eliminación en la Eurocopa de 1996, en la primera ronda, fue estrepitosa. Tras ella, mostró un punto de soberbia: "Recuerden que soy subcampeón del mundo y tengan presente que Italia ha jugado el mejor fútbol del torneo".

Su retorno al Milan, en la temporada 1996-97, no mejoró las cosas y quedó marcado por la humillante derrota frente al Juventus y un juego mediocre.

Su llegada al Atlético fue precedida de grandes expectativas y declaraciones: "El equipo que carece de la ambición de jugar bien nunca llegará a ser grande", afirmó. Jesús Gil le compró lo que quiso: Valerón, Chamot, Jugovic, Serena, Torrisi, Njegus... La fuga de Vieri le dejó sin ariete, aunque el equipo no hizo un mal papel en la primera vuelta. Pero el juego prometido no aparecía y, tras varias derrotas, la última ante el Espanyol, fue destituido.

Sacchi volvió a Parma e intentó recomenzar, pero duró unos meses. Ya no podía soportar la tensión del banquillo. En los últimos cuatro años se ha dedicado a hacer comentarios en televisión y ofrecer asesoramiento técnico a la directiva del Parma hasta que el colapso de Parmalat dejó el club en manos de un juez.

SCIAMMARELLA

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