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Columna
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Tebeos

T. S. Elliot era fiel lector de Crazy Kat; Bertolucci y Alain Resnais eran apasionados coleccionistas; John Steinbeck propuso con seriedad a Al Capp, autor de Lil Abner, para el Premio Nóbel de Literatura; el MOMA de Nueva York expuso la obra de Spiegalman; y Humberto Eco dijo en una entrevista que la semiótica era su justificación para poder leer a Superman sin escrúpulos de conciencia. Son palabras de José María Conget como gratitud con los tebeos -ahora cómic- que tanto placer le han producido y le siguen produciendo.

Tras asistir, hace pocos días y en la Caja de San Fernando, a una mesa redonda sobre El Cómic, debido al recuerdo tan grato que yo también guardo de ellos y al interés de la charla, me hice con un libro de Conget publicado hace unos meses y que he disfrutado mucho: El Olor de Los Tebeos. En sus páginas, entre los temas que trata con maestría y humor, compara los viajes de Tintin, de Hergé, fieles a la geografía real, con los de El Capitán Trueno, de Víctor Mora, que se mueve por "un mapamundi agitado en una coctelera" y que era el que más viajaba de entre todos los tebeos españoles de la posguerra y además lo hacía en globo, "surcando los aires con unos cuantos siglos de adelanto". En cuanto a las bodas en estos tebeos de aventuras, cuenta el autor que, para evitar un final por muy feliz que fuera y como los héroes no envejecían ni un segundo ni solían demostrar afición a las carantoñas ni arrumacos, se olvidaba uno de ellas hasta que de pronto sorprendían como una gran noticia. La más larga y suntuosa fue la de Mandrake y la princesa Narda, después de 63 años de noviazgo.

Lo que más me ha sorprendido son los tebeos musicales como Claro de luna, que apareció en 1958 como consecuencia del plan de estabilización y para agilizar el cambio de mentalidad de las jóvenes españolas. Los títulos corresponden a las canciones populares del momento, y, en el interior, los dibujos ilustran los temas y los diálogos utilizan la letra del bolero todo lo que pueden y cada vez que conviene: "Speedy González ¿cuándo cambiarás? ¡El codo has vuelto a empinar!...". Y el mismo personaje,"con un súbito cambio de humor, le espeta: '¡Trabaja!".

La conclusión es que, en un género tan modesto como el de los tebeos, además de diversión siempre ha habido y habrá inteligencia, ingenio, crítica, arte y literatura.

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