"La calidad de la educación no depende de cuánto se invierte, sino de en qué se gasta"
La directora de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco, Cecilia Braslavsky, elaboró el catálogo para una educación de calidad con motivo de las pasadas jornadas educativas de la Fundación Santillana. "Busqué en este texto volver a la expresión básica, al lenguaje de todos, tuve la necesidad de encontrar lo simple, pero detrás de lo simple suele haber un recorrido complejo. El recorrido a través de la complejidad de lo moderno que requería la escuela universal desembocó en la escuela tradicional".
Pregunta. Dice que los niños han de aprender en la felicidad, pero se prima el esfuerzo.
Respuesta. La felicidad no es sinónimo de hedonismo. Uno puede aprender a ser feliz a través de un trabajo riguroso, de un pensamiento intelectual profundo, de la solidaridad. El problema es cuando este complejo conjunto se reduce a una sola dimensión: la del consumo, la producción o sólo la solidaridad. La verdadera felicidad exige también que se aprenda a producir y a competir cuando es necesario.
"En lo que hay que avanzar es en el trabajo en equipo entre los propios profesores"
P. ¿Están preparados los maestros para afrontar estas enseñanzas?
R. Más de lo que podría parecer, pero si se evaluara la formación integral de los alumnos los profesores estarían más seguros en la búsqueda de esa formación. Pero los grandes estudios internacionales evalúan si se conocen los derechos humanos o la constitución, pero no si el alumno asume esos conocimientos.
P. Muchas veces se dice que los padres no se acercan a la escuela; otras, que el acercamiento excesivo ahoga a los profesores. ¿Dónde está el equilibrio?
R. No existe el padre promedio, ni el profesor promedio. Una buena relación comportaría avanzar en un contrato de cooperación diferente para cada circunstancia; las formas de cooperar no pueden ser homogéneas en sociedades que no lo son. En algunas comunidades las madres cocinan en los colegios para que los niños estén bien alimentados; en otras forman parte de los consejos escolares. Se puede dar el caso de que en una disciplina concreta haya padres que, por su trabajo, sepan más que los maestros; entonces deben formar parte del equipo y colaborar en el desarrollo de las disciplinas. Hay que desmontar prejuicios.
P. Afirma que la escuela necesita hacer alianzas con el resto de la sociedad, empresas, medios de comunicación, hospitales.
R. Las escuelas deben recurrir a ellas porque los alumnos aprenden sobre la vida real y los profesores, a su vez, pueden actualizar conocimientos. Y las instituciones deben admitir a los estudiantes, no sentirse perturbadas por sus visitas.
P. Menciona el trabajo en equipo como una fórmula exitosa, pero ya era conocida, ¿por qué sigue sin aplicarse?
R. Los profesores aceptan cada vez más el trabajo en equipo de sus alumnos, pero en lo que hay que avanzar es en el trabajo en equipo entre los profesores y esto no depende sólo de su buena voluntad, sino del modelo de funcionamiento institucional. Ya no sirve el lema de cada maestrillo con su librillo; habría más bien que decir cada institución con su visión. Que los profesores se pongan de acuerdo, por ejemplo, antes de decidir qué libros de texto o de lectura quieren que lean sus alumnos, para no repetirse.
P. En los países occidentales hay libros para leer y, sin embargo, parece que cada vez se lee menos. En los países pobres no se lee porque no hay libros, pero, cuando los tengan, puede que dejen de hacerlo... Se necesitan recursos, pero ¿qué pasará cuando se tengan?
R. Se busca una receta mágica para avanzar en la educación pero yo creo que los procesos no son tan heterogéneos. Antes eran las familias quienes pagaban la educación hasta que los Estados se dieron cuenta de que así no se avanzaba rápido y se hicieron cargo de los sistemas educativos. La gran duda ahora es si el camino que debe seguir África, por poner un ejemplo, es el de las escuelas tradicionales europeas o crear nuevos modelos de organización donde se usen los recursos de hoy. No tenemos una respuesta y tendemos a exagerar dos posturas: la de los que piensan que hay que recorrer forzosamente la historia del mundo occidental porque no se puede innovar antes que las instituciones fundacionales, y la de los que creen que hay que hacer todo de forma original. Yo creo que ninguna de las dos ayuda. Hay que analizar cada contexto y tomar las decisiones oportunas.
P. En todo caso, dice que disponer de recursos no es suficiente.
R. Hay un piso de inversión educativa por debajo del cual no puede haber calidad, pero ese nivel depende del coste de vida de cada país. Si los profesores andan preocupados por si pueden comer o no, o si llegan a fin de mes, será complejo que puedan promover una educación de calidad. Si los alumnos no pueden tener cuatro o cinco libros por año, ni radio o televisión en sus casas, su aprendizaje se hará frágil. Por otro lado, más, más y más recursos sin una seria reflexión y una decisión razonable y concertada sobre dónde o cómo invertirlos, de ninguna manera garantiza una educación de calidad. No depende de cuánto se invierte en educación, sino de cómo y en qué se gasta.
P. ¿En qué hay que invertir?
R. Sería más fácil decir en qué tiene que invertir una escuela que un país, aunque hay casos claros. Si se tiene mucha población emigrante con problemas de idioma, pues en idioma. Hay tres o cuatro tipos de inversión que impactan positivamente en la calidad y la estabilidad: la inversión en educación preescolar; en apoyo al aprendizaje de la lengua con la que el alumno tiene que aprender, sea la que sea; la inversión en un equipamiento bien elegido y consensuado razonablemente; y en una buena formación del profesorado. Pero hay también un factor subjetivo: la decisión de la gente en un país. Los países nórdicos, por ejemplo, hacen cosas muy diferentes y tienen buenos resultados porque creen en sus alternativas. La claridad en las competencias que deben alcanzar sus alumnos es fundamental. La convicción en esa decisión que eligen.
P. El éxito radica, entonces, en que cada país alcance un gran consenso sobre su sistema educativo.
R. Consenso, sí, pero debe aceptarse un margen para la diversidad.
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