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Entrevista:INMA HERRERA | Gerente de Canyes Xilema

"Tenía que hacer algo porque creía en mí"

Miquel Alberola

Pregunta. Ha montado la única empresa de España que se dedica a fabricar cañas de clarinete. ¿Cómo se le ocurrió?

Respuesta. Es increíble, con la tradición musical que hay aquí, y que a nadie se le hubiese ocurrido. Y además, con la producción de materia prima que hay en todo el Mediterráneo. No había nadie que lo mecanizara todo.

P. ¿La estábamos exportando para su elaboración en el extranjero?

R. Sí, porque la caña de aquí es muy buena para la música. Son plantaciones controladas de arundo donax, que es la especie botánica que conocemos todos, pero cultivada a propósito. Los productores la vendían básicamente a una empresa francesa, que es a la que todo el mundo compraba las cañas de clarinete.

P. ¿Cómo vinculó usted la producción y la elaboración?

R. Mi hermano es clarinetista de la Orquesta Municipal de Valencia, y siempre se las hacía a mano. Yo estaba buscando alguna fórmula de autoempleo, y hablando con él de esta inquietud me planteó que por qué no hacía cañas para clarinete. Y empecé a moverme. Fui al Institut de la Dona, de allí me enviaron al CEEI, de allí al programa Idees de la Universidad Politécnica de Valencia... Hasta que lo puse en marcha.

P. Pero usted no sabía nada de eso. ¿Cómo aprendió a hacerlo?

R. Fuimos a ver una fábrica en Francia y de allí nos remitieron al fabricante de las máquinas, pero ya sólo trabajaba para una gran empresa. No encontrábamos máquina y al final nos decidimos a buscar un ingeniero en Francia y que la hiciera. Pero descubrimos que en Alemania había un fabricante que había hecho una máquina de éstas, que ya no se producían. Y le compramos una. Íbamos tan lanzados que estábamos incluso dispuestos a hacerla, aunque para una empresa familiar era una carga económica muy fuerte.

P. Aun así, no debió ser fácil.

R. No lo fue. Mi hermano hizo el diseño. Se trataba de trasladar al ordenador lo que él hacía a mano. Nos costó cinco meses. Y luego tratar de introducirse en el mercado fue lo más difícil: invitar a clarinetistas, hacer demostraciones en el Conservatorio. La caña es un asunto muy personal y los músicos, por lo general, son muy reacios a cambiarla. Además, siempre se cree que lo de fuera es mejor.

P. Pero hoy sus cañas son una referencia para muchos músicos.

R. La verdad es que se van conociendo más.

P. ¿Cuántas cañas hacen?

R. Depende de la temporada. La máquina va más deprisa que yo porque combinamos tecnología con artesanía. Aquí la tecnología es importante, pero lo es más el trabajo artesanal. Cada caña pasa por mi mano, no como en las grandes empresas que las hacen en serie, sin mirar si la caña está muy verde o no. Tenemos una capacidad de producción entre 15.000 y 20.000 cañas al mes.

P. ¿Cuánta gente trabaja en Xilema?

R. Mi hermano hizo el diseño, mi marido me ayuda en los ratos libres y vienen clarinetistas a hacer el control de calidad, pero principalmente soy yo la que está aquí siempre.

P. ¿Dónde vende?

R. El principal mercado lo tenemos en España, pero tenemos un distribuidor en los Estados Unidos, que es clarinetista de jazz, y estamos en varias tiendas de Inglaterra. Además, a través de Internet surgen clientes de Austria, Alemania o Japón.

P. ¿Qué hacía antes?

R. Padecer. Trabajar en algo que no me gustaba. En seguridad privada. Pero tenía que hacer algo porque creía en mí. Tenía que ser algo atractivo. Y creo que lo he hecho.

EN DOS TRAZOS

Inma Herrera (Valencia, 1963) trabajaba en una empresa de seguridad privada, algo que no le gustaba y le dejaba muchas horas la cabeza libre para mortificarse. Pero durante ese tiempo tampoco dejó de idear fórmulas para buscarse una salida profesional, que le ofreció su hermano, un clarinetista de la Orquesta Municipal de Valencia: fabricar cañas para clarinete. Hoy gestiona la única empresa de España que se dedica a ese cometido y su producto es una referencia sólida para exigentes músicos europeos, norteamericanos y japoneses.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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