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Reportaje:ES EL MOMENTO DE... | PROPUESTAS

Auto de Navidad

José Arribas, con sus más de 80 años, tomará esta Nochebuena el farol de aceite y encabezará la comitiva de la cofradía del Niño Dios en su recorrido, cálido y entrañable a pesar del frío, por las calles de Galisteo (Cáceres). Para la ocasión ostenta dos cargos: el de mayordomo y el de decano, ya que es el hermano de mayor antigüedad. El número de cofrades ha de ser necesariamente de 33, por los años que vivió Jesucristo, como estipulan unas ordenanzas que se hicieron en 1762 "juntando papeles anteriores, cuya fecha exacta no se ha encontrado", según Serafín Portillo, regla -director de escena de la representación navideña- desde que entró en la cofradía, en 1977, a la par que secretario. Las vacantes se cubren siempre por línea familiar. Así ha sido desde el principio en un pueblo con muralla y torre almohade, y de apenas 1.200 habitantes. Los demás cargos son el muñidor, que toca la caja o tambor, y carantoña, figura que pone el contrapunto burlesco a la celebración.

Suenan en Nochebuena villancicos tradicionales llamados rajas, acompañados de la caja y de castañuelas gigantescas: "Y cantemos, y bailemos, y hagamos las rajas, porque ha nacido el Mesías, esta noche entre las pajas". Visitan las casas de todos los hermanos; si en alguna hay luto, se sustituye por un padrenuestro.

En la mañana de Navidad se dice una misa solemne, presidida por la cuna con el Niño, que ha trasladado la mayordoma a la cabeza, con los cofrades formados en dos filas. Todo Galisteo acude a adorar al recién nacido. La elegancia de oscuras capas, de velones encendidos, de rostros surcados por la vida, marca la ceremonia.

Y llega la tarde, el auto sacramental, la comedia, como popularmente la llaman. El próximo sábado, el entarimado de la plaza acogerá Los sueños del primer hombre y bandolero en la sierra, obra de "un ingenio de la Corte". Tienen 36, aunque cinco o seis no se representan "porque no incluyen el nacimiento del Niño Dios", comenta Portillo. Cada 25 de diciembre, pequeños y mayores se arraciman en torno al escenario. Hace frío. Luce el sol. Sólo la invasión francesa impidió durante dos años que la cofradía pusiera en pie su auto navideño.

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