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Reportaje:ESCAPADAS | Castro de las Cogotas

Las otras 'Edades del hombre'

El importante poblado vetón yace medio olvidado a orillas del Adaja, muy cerca de la capital abulense

A diez kilómetros al norte de Ávila, en el término de Cardeñosa, sobre un cerro a orillas del Adaja, un pastor que mataba el tiempo volteando rocas descubrió en 1876 el castro de las Cogotas. Un año más tarde, el alcalde del lugar ya quiso vender un verraco de piedra al conde de Oñate, para evitar que lo robasen y, de paso, pagar al guarda del yacimiento. Pero la gente simple de Cardeñosa no asimiló la paradoja, y allí fue Troya.

Al final, intervino Alfonso XII, quien salomónicamente decidió que no fuera ni para el conde ni para el pueblo, sino para la capital abulense. Y aquí, en la plaza de Calvo Sotelo, junto a la puerta del Alcázar, es donde hoy está.

El verraco de las Cogotas fue esculpido en algún momento entre los siglos VI y II antes de Cristo (la muralla de Ávila, que se alza justo a sus espaldas, es mil años más moderna, como poco). Su utilidad -ara, mausoleo, mojón...- se desconoce. El tiempo, que se llevó con todos sus misterios a los pastores vetones, ha respetado milagrosamente sus facciones, que son claramente las de un cerdo.

La presa depara una vista vertiginosa de una selvática garganta rebosante de rapaces

Este prodigio no parece impresionar a otro cerdo que, de vez en cuando, se acerca y se las pinta de verde. De poco sirve la reja de hierro que lo rodea, como no sea para impedir que se escape al monte, que es donde, si pudiera, volvería sin pensárselo dos veces. En busca de ese monte, saldremos de Ávila hacia el norte, por la carretera de Salamanca y luego por la de Cardeñosa, para desviarnos poco antes de llegar al pueblo por la pista de tierra señalizada con letreros metálicos que conduce al castro de las Cogotas.

Esta pista, de tres kilómetros y medio de longitud, es apta para coches, si bien habremos de apearnos en más de una ocasión para contemplar a sabor un hermoso paisaje de encinares y pastizales, salpicado de negras vacadas y ampos berrocales, bañado por las aguas del embalse de las Cogotas y cerrado en lontananza (de izquierda a derecha) por las sierras de Ojos Albos, Malagón y la Paramera.

Llegando al castro, un letrero roñoso señala la necrópolis vetona: 1.613 sepulturas, agrupadas en torno a estelas de granito, que a duras penas se distinguen de las canteras horadadas por doquier, tal es el abandono en que yace el lugar desde que Juan Cabré lo excavó en 1930. Unos paneles informativos, mostrando la disposición de las urnas cinerarias y el contenido de los ajuares, no costarían nada, pero hoy en Castilla y León sólo hay dinero para restaurar retablos.

Estas "Edades del Hombre", las paganas, interesan menos. Lo que no necesita explicación, porque está a la vista, es la muralla que delimita la zona cimera del castro, de hasta 11 metros de espesor, con puertas en embudo flanqueadas por robustos baluartes. Junto a la principal, vense las plantas rectangulares de varias casas que debían de pertenecer a las élites.

Y, poco más abajo, un campo defensivo de piedras hincadas a mala uva por estos vetones de los que nada sabemos, salvo que eran pocos, unos 250, y mal avenidos con sus vecinos de Ulaca, la Mesa de Miranda y Óbila. Merece la pena bajar al embalse dando un paseo por la ladera occidental del cerro, para luego bordear el represamiento culebreando entre canchos colosales y asomarse por fin al muro de contención.

Inaugurada en 1994, esta presa de casi 300 metros de longitud y 60 de altura depara una vista vertiginosa de la selvática garganta que surca aguas abajo el Adaja, rebosante de rapaces en las quebradas graníticas y de anátidas en los remansos inaccesibles. De nuevo en coche, nos dirigiremos, por Cardeñosa y Peñalva, a Zorita de los Molinos, aldea que toma su apellido de las ocho aceñas harineras que jalonan estos vericuetos del Adaja, alguna de ellas aún en uso. Y, de allí, a Mingorría, donde, en la ladera herbosa de la ermita, pace el verraco de la Virgen, que también salió de las Cogotas. Mira para el sur, hacia el castro que lo vio nacer. Y es que los animales recuerdan siempre sus orígenes, no como otros.

Verracos de granito a la venta

- Cómo ir. Cardeñosa (Ávila) dista 120 kilómetros de Madrid yendo por la AP-6 hasta Villacastín y por la AP-51 hasta Ávila capital, para luego seguir por la carretera de Salamanca (N-501) y desviarse en el kilómetro 3 por la AV-804. Un kilómetro antes de entrar en Cardeñosa, aparece señalizado el castro de las Cogotas.

- Qué ver. Castro de las Cogotas: entrada gratuita, sin horarios ni guías. Además, molinos del Adaja en Zorita y verracos de las Cogotas en Mingorría y en la plaza de Calvo Sotelo (Ávila capital).

- Alrededores. En Villaviciosa (a 23 km.): castro de Ulaca. En Chamartín (a 33 km.): castro de la Mesa de Miranda. En Ávila (a 10 km.): restos vetones en el Museo Provincial y las Bóvedas del Carmen.

- Comer. Mesón del Rastro (Ávila; teléfono: 920 21 12 18): judías del Barco, chuletón y asados en horno de leña y carbón; precio medio, 25 euros. El Almacén (Ávila; teléfono: 920 25 44 55): cocina imaginativa, con las habitas con miel y sobrasada como especialidad; 30-35 euros. Doña Guiomar (Ávila; teléfono: 920 25 37 09): platos tradicionales con toques de autor; 36 euros.

- Dormir. Molino de los Gamusinos (Tolbaños; teléfono: 920 22 77 14): aceña de finales del siglo XVII, restaurada con primor por Javier Hernández, gran conocedor de la zona; doble, 76-88 euros. La Sinagoga (Ávila; teléfono: 920 35 23 21): templo judío del siglo XV, con mobiliario de diseño moderno y patio acristalado; 66 euros. Palacio de los Velada (Ávila; teléfono: 920 25 51 00): del siglo XVI, con soberbio patio renacentista; 130 euros. Información sobre casas rurales en Cardeñosa y Mingorría, en www.turismocastillayleon.com

- Compras. En Cardeñosa se esculpen verracos de granito al estilo vetón, desde el tamaño de un pisapapeles hasta el de un torete.

- Más información. Ayuntamiento de Cardeñosa (Barrio Peña, 20; teléfono: 920 26 00 01). En Internet: www.celtiberia.net

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