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Reportaje:

Miedo al dominio iraní

El inicio de la campaña electoral en Irak acrecienta el recelo a los lazos de los chiíes con Teherán

En la lista de 228 candidatos presentada la semana pasada por la gran coalición electoral liderada por los chiíes (la Alianza para la Unidad Iraquí), el nombre de Abdelaziz al Hakim aparece en cabeza. Este dato indica que Al Hakim podría emerger como la principal figura política de Irak tras las elecciones del 30 de enero, en las que los chiíes deberían imponer su mayoría a los votantes de la minoría suní.

Al Hakim es el mejor ejemplo de una importante franja de los líderes chiíes iraquíes que mantienen estrechos vínculos con el régimen de los ayatolás iraníes (también chiíes). Vivió casi un cuarto de siglo en el exilio en Irán. Su partido, el Consejo Supremo de la Revolución Islámica de Irak, fue fundado en Teherán, y su ala militar combatió junto a las tropas iraníes en la guerra entre Irán e Irak. Además, agentes de los servicios de inteligencia estadounidenses afirman que Al Hakim estaba estrechamente relacionado con los servicios secretos iraníes.

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En la Administración estadounidense, y también en Jordania y Arabia Saudí, dos vecinos de Irak de mayoría suní, la perspectiva de ver a Al Hakim y sus aliados hacerse con el poder en Bagdad hace temer por la futura influencia del régimen iraní en Irak. Algunos iraquíes temen que si muchos suníes deciden boicotear las elecciones y los partidos religiosos chiíes apoyados por Teherán acaban dominando la Asamblea Nacional de 275 escaños, el país podría caer en la guerra civil, entre milicias chiíes y suníes, o entre partidos religiosos y laicos.

Muchos expertos iraquíes y norteamericanos creen, sin embargo, que estos temores son exagerados. Aseguran que los clérigos iraquíes son generalmente reacios a la idea de participar directamente en el Gobierno, en parte por la doctrina defendida por los principales líderes religiosos de esta comunidad, y también porque saben que los suníes se resistirían a ese control.

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En todo caso, la cuestión de la influencia iraní tendrá un gran peso en la campaña electoral, que empieza oficialmente hoy con más de 230 formaciones políticas inscritas. Gazi al Yauar, el presidente interino iraquí (suní), y el rey Abdalá de Jordania dieron recientemente la voz de alarma. En una entrevista con la BBC el lunes, Al Yauar afirmó que cerca de un millón de personas han entrado en Irak desde Irán para, según dijo, pesar sobre los comicios, y que Teherán apoya con cuantiosas sumas de dinero a los partidos religiosos chiíes.

Altos cargos estadounidenses e iraquíes aseguran, sin embargo, que la mayor parte de las personas que han traspasado la frontera -casi abierta- son en realidad chiíes iraquíes que se habían refugiado en Irán huyendo de la represión de Sadam Husein. Lo que también parece alejar la posibilidad de una teocracia al estilo iraní en Bagdad, es que, al contrario de los ayatolás que gobiernan en Teherán, los clérigos iraquíes no pretenden asumir responsabilidades políticas. El mejor ejemplo es el gran ayatolá Ali al Sistani, el máximo líder de los chiíes iraquíes, nacido en Irán, y que se ha limitado a usar su influencia para reunir a los grupos chiíes en torno a la gran alianza liderada por Al Hakim. El propio Al Hakim dijo que los clérigos deberían proyectar su influencia desde las mezquitas, no desde los ministerios.

Los rivales de Al Hakim dentro de la gran alianza chií afirman que los estrechos vínculos que creó con el régimen de los ayatolás durante su exilio en Irán se han mantenido después de su regreso a Irak tras la caída de Sadam Husein. Estas fuentes aseguran que su partido y otros grupos de la coalición, entre ellos Dawa, reciben el apoyo político y financiero de Teherán. La Administración norteamericana dice que Irán, o por lo menos asociaciones controladas por el gran ayatolá Ali Jamenei, apoyan a numerosos partidos, milicias y grupos caritativos que participan activamente en la política iraquí.

Al Hakim rechaza estas acusaciones y afirma que su partido es independiente de Irán. Expertos estadounidenses e iraquíes dicen, además, que la profunda división étnica y cultural que existe entre Irak e Irán aleja la posibilidad de que Bagdad se vuelva un satélite de Teherán. Desde la conquista de la mayor parte de Oriente Próximo por los árabes hace 1.200 años, el territorio hoy conocido como Irak siempre ha sido la última frontera del mundo árabe, la primera línea de frente contra las ambiciones persas (hoy Irán).

Además, existen fuertes rivalidades dentro de la comunidad chií de Irak, e incluso entre los partidos religiosos. La formación de Al Hakim sospecha que los responsables del asesinato de su hermano, Mohamed Baqer al Hakim, en agosto de 2003, fueron seguidores de Múqtada al Sáder, el joven clérigo radical que ha liderado este año dos levantamientos contra las fuerzas estadounidenses. Hasta ahora estas rivalidades han permanecido calladas para poder presentarse juntos a las elecciones, pero a juzgar por los comentarios dentro de los diversos grupos, pocos creen que la tregua dure mucho tras las elecciones.

Muchos altos cargos norteamericanos e iraquíes piensan que el debate en torno a la influencia iraní refleja un temor más profundo: que la llegada al poder de los chíies en Bagdad, sumado al Gobierno chií en Teherán, podría significar una reorganización de todo el mapa geopolítico de Oriente Próximo.

Un hombre cuelga en Bagdad propaganda electoral del Partido Comunista de Irak.
Un hombre cuelga en Bagdad propaganda electoral del Partido Comunista de Irak.ASSOCIATED PRESS

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