'Zorionak' Tàpies
Coincidiendo con los 81 años que cumple hoy mismo el artista barcelonés Antoni Tàpies, en la galería bilbaína Colón XVI se muestran 6 obras suyas sobre papel, más otras 9 de corte matérico sobre soporte de madera y una escultura en tierra cocida. En especial, la contemplación de las obras de gruesos empastes y collages tienen la virtud de hacernos viajar a través del tiempo. Un tiempo en el que el arte de Tàpies, gracias al talento en trabajar la complejidad de la materia, producía en sus obras un patético sentimiento de destrucción. A partir de materiales de desecho (papel, cartón, trapos sucios, paja, cuerdas, chatarra y un interminable etcétera de objetos sin valor), añadía el detritus de unos muros fabricados con látex y mezcla de arenas pulverizadas y polvo de mármol, más pigmentaciones de opaca densidad. Sobre esa superficie estática aplicaba el esgrafiado (efecto de rascar una pintura u otro material a fin de dejar al descubierto un fondo de color diferente), convirtiéndose su uso, y dada la fuerza emotiva implícita, en su más poderosa arma plástica. Una vez conseguido impostar un sentido dramático de la materia, introducía un variado aditamento de signos (cruces, números, flechas, letras, garabatos ovillados, entre otros informalismos gestuales), cuya finalidad consistía en presentarse, por contraste, como exaltación de lo fugaz...
Ese universo artístico ha estado nimbado por una excepcional capacidad de invención de imágenes, servido por un refinamiento y buen gusto precelentes. Como colofón a todo lo dicho, añadimos la creencia de percibir en muchas de sus obras una búsqueda hacia atrás, como si fueran a juntarse con algo atávico. En todo caso, esto nos lleva a no desdeñar la posibilidad de pensar que en lo caduco y los desechos convertidos pudiera encontrarse el germen de un nuevo ciclo vital.
Aunque lo dicho hasta aquí sea una definición del pasado, que lo es, vale exactamente igual para hablar de las obras expuestas en la galería Colón XVI. Nada ha cambiado. Son los mismos planteamientos de ahora como los de hace diez, veinte, treinta, cuarenta y cinco años atrás. No son repeticiones. Son variantes de un mundo infinito de combinaciones. Nos admira sobremanera su capacidad entusiástica de seguir relacionando imágenes, de dejar vivir juntos la materia y las texturas fibrilares con las huellas discontinuas. Ahora como entonces, como siempre, en sus obras se palpa un silencio capaz de mostrar, con el esplendor del símbolo, la grandeza del "nombre" perdido, para decirlo en términos wittgensteinianos. Sobre ese silencio introducimos la voz felicitante por los años cumplidos con asombrosa lucidez.
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