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Reportaje:Apuntes

El final de los olmos

Una muestra del Jardí Botànic aborda la epidemia causante de la muerte de 1.000 millones de árboles durante el siglo XX

Ignacio Zafra

La acción combinada de un hongo y un insecto causaron la muerte de 60 millones de olmos en España en el siglo XX. En todo el mundo, murieron cerca de 1.000 millones. La enfermedad recibió el nombre de grafiosis por el rastro de dibujos que los coleópteros dejan bajo las cortezas de los árboles. La mortandad es tan grave que en opinión de los expertos conduce a la extinción de la especie, cuyos antepasados colonizaron la Tierra hace 100 millones de años.

La exposición Los últimos olmos ibéricos, que se exhibe en el Jardí Botànic de la Universitat de València hasta el 31 de diciembre, profundiza en las causas de la epidemia y repasa la trayectoria del árbol que corre en paralelo a la de la propia especie humana.

Extendido por los romanos como soporte de las vides, su reconocimiento alcanzó la cumbre durante la Revolución Francesa. El olmo fue bautizado como árbol de la libertad por los burgueses, y Napoleón ordenó poblar con ellos los márgenes de los caminos, para proteger del sol a sus tropas.

Sus hojas fueron usadas para combatir la sarna y acelerar la soldadura de los huesos; las semillas, integradas en la dieta china, y la madera, dura y flexible, utilizadas para una amplia gama de productos: desde instrumentos de labranza hasta la construcción de barcos. El apogeo naval de los siglos XVII y XVIII se cimentó en buena medida a costa de las olmedas.

Antes de convertirse en su némesis, el insecto, llamado escolítido, compartió con el olmo un largo periodo de equilibrio: Cumplía la función de eliminar a los ejemplares viejos o debilitados, alimento preferente de sus larvas. Con la aparición de los hongos (Ophiostoma ulmis) los escolítidos se convirtieron en unos temibles propagadores de la epidemia. Cada árbol adulto infectado puede albergar 400.000 insectos, y cada insecto transporta de media 100.000 esporas.

Al llegar la primavera, los coleópteros salen en busca de olmos moribundos donde reproducirse. De camino, hacen fonda en ejemplares sanos, introduciendo en ellos las esporas adheridas a su cuerpo. La Ophiostoma segrega toxinas, que generan burbujas de aire en los vasos conductores del árbol. La obstrucción de la savia provoca su muerte por colapso.

Se desconoce el origen de la grafiosis o enfermedad holandesa. En la exposición, obra de la ingeniera forestal Susana Domínguez y del fotógrafo y naturalista Ezequiel Martínez, se apunta a los trabajadores chinos llegados a Europa a principios del siglo XX. Empleados en el desarrollo del ferrocarril, los inmigrantes viajaban con maletas de olmo siberiano, posibles vehículos de las esporas.

El segundo y más mortífero brote de la epidemia, en los ochenta, llevó a los gobiernos europeos a buscar un remedio. Un propósito en el que la dirección general de Conservación de la Naturaleza del Ministerio de Medio Ambiente lleva embarcado 18 años. Los investigadores han descartado el empleo de productos químicos por costoso y porque causa daños a otras especies. El método biológico, consistente en la proliferación de un pequeño tipo de avispas que se alimentan de los escolítidos, fue abandonado por falta de efectividad. Desechadas también las capturas masivas de insectos utilizando feromonas sintéticas, la esperanza reside hoy en la selección genética de ejemplares resistentes, para lo que se están creando bancos clonales.

La muestra, articulada en textos sobre fotografías, puede no resultar visualmente atractiva. Pero eso tiene fácil solución. Basta con cruzar una puerta al finalizarla para encontrarse cara a cara con los árboles vivos del Botànic.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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