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Columna
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Matar de risa

Parece un chiste pero es un sucedido. Hace tiempo leí en una revista que "reírse alimenta como un filete". Tal cual. Claro que hoy la carne tiene peor prensa que antes. Bernard Shaw que era vegetariano solía defender su opción diciendo: "metan una semilla dentro de la tierra y verán con el tiempo lo que pasa; luego metan una pata de cordero y verán". Pero dejando alimentos y podredumbres a un lado, reírse es buenísimo sobre todo porque combate el estrés, que es veneno puro. Cuando además de la tensión combate la autocomplacencia y/o la vanidad, individuales o colectivas, la risa es incluso mejor , por lo cual recibe el nombre de humor. El humor es siempre interior, de puertas o de fronteras adentro. Humor es propiamente reírse de uno mismo. Pero eso son ya palabras mayores. Inteligencias mayores; maduras, como frutos dulces y jugosos. Mucho decir.

Los ingleses tienen fama de reírse estupendamente de sí mismos. Práctica que desde aquí apenas se entiende. Por eso hemos acuñado la expresión "chiste inglés que hace efecto al mes". Dicho en el que, por otra parte, yo siempre he visto un homenaje. Si ese chiste se entiende al cabo de un mes es que da para pensar durante todo ese plazo. Un asunto que deja treinta días pensando (no hay filete que alimente tanto; tal vez sólo algunas semillas).

Yo una vez, hace años, estuve más de ese tiempo pensando en lo que parecía un chiste inglés pero también era un sucedido. Mucho más de un mes; de hecho, lo pienso todavía. La historia, real, la protagonizó la directora de un instituto del norte de Inglaterra, de un barrio de los llamados desfavorecidos, con bajos índices culturales y altas tasas de marginalidad y violencia. Un conocido filántropo, preocupado por acercar la "gran cultura" a los jóvenes con pocos medios, envió a ese instituto un gran número de entradas para una excepcional representación de Romeo y Julieta. Nuestra directora declinó la invitación, alegando que no estaba segura de que fuera el mejor ejemplo para sus chicos esa tragedia de Capuletos y Montescos liándose a espadazos; ni una buena idea proponerles a estas alturas una obra "tan marcadamente heterosexual" (lo pongo entre comillas porque se me quedó grabado).

Se organizó un escándalo, naturalmente, y la buena mujer tuvo que retractarse. Pero algo en esa historia, en ese cuasi chiste inglés, me sigue haciendo efecto después de tantos años. Es algo que entiendo pero no comparto, o no entiendo pero comparto. La verdad es que no estoy segura. Sólo sé que esa actitud refleja una libertad, una flexibilidad, un desprejuiciamiento de la mente que envidio con toda seguridad. Para esa mujer su contexto valía más que cualquier texto; aquellos chicos de barrio que vivían en la cuerda floja de los valores, en constante peligro de caer del mal lado, importaban mucho más que siglos de construcciones culturales. No había intocables superiores a la cruda realidad que ella tocaba.

Mi columna arranca propiamente ahora y tiene que ver con Vaya semanita, un programa del segundo canal de ETB que empezó siendo de humor y que va camino de convertirse en uno de risa. Al principio hilaba fino contra la autocomplacencia y los espejismos de nuestra sociedad, pero últimamente, desde que ha cogido vuelo en la audiencia, está hilando más gordo. Está pasando del hilo a la lana de su propio ovillo, tirando del recurso al autoplagio y a los chistes cada vez más fáciles. El chiste más fácil, el más recurrente de este mundo es el del estereotipo sexista; y Vaya semanita está desbarrando por ahí. Por ese hilo basto, del grosor de la soga que llevamos al cuello. Para muestra sangrante, el episodio de hace unos días en el que un grupo de amigotes (la "cuadrilla" cuyas peripecias se van siguiendo en cada programa), contrariados por lo que les decía una mujer, la cogían y la tiraban por la ventana. Para matarla, de broma claro, de risa; para matarnos de risa. No le vi la gracia. Me acordé, amargamente, de Romeo y el contexto real de la violencia de género. Pero es que ni la menor gracia.

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