Adolfo schlosser, la escultura poética
Nacido en la localidad austriaca de Leitersdorf en el año 1939, pero residente en España a partir de 1967, la muerte de Adolfo Schlosser, acaecida ayer en Bustarviejo, en plena serranía madrileña, donde residía desde hacía años, produce un tremendo vacío en el arte español y es un golpe muy duro para quienes admirábamos su obra y su persona, ambas muy singulares.
Aunque tardío, el reconocimiento oficial a la importante contribución de Schlosser a la escultura española de las últimas décadas, tomó forma con la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas de 1991. Pero Schlosser estaba y vivía lejos del mundanal ruido, y, por supuesto, ajeno a cualquier atisbo de promoción personal. Hay muy pocos artistas que estén hoy tan centrados en lo suyo como él, lo que le convertía paradójicamente en un excéntrico.
Aunque técnicamente se podía calificar la obra de Schlosser como escultura, era algo poético más allá de cualquier clasificación, porque hacía objetos e imágenes fronterizos con un algo de metáfora terapéutica.
Estilísticamente, su obra tenía rasgos del Land-Art, el posminimalismo y el arte conceptual, pero todo esto entendido y fundido de una forma muy personal, como alguien que entiende la identidad artística entre el chamanismo y la poesía de los antiguos bardos rápsodas. Casi siempre utilizaba materiales naturales, como la madera, el barro, la paja o la piedra, pero sus figuras y formas tenían no pocas veces un atávico sentido simbólico. Por lo demás, Schlosser creaba siempre muy en directa relación con el paisaje de su circunstancial entorno.
Schlosser empezó a darse a conocer en nuestro país, adonde arribó en 1967 tras haber pasado cuatro años en Islandia y, antes, haberse licenciado en la Escuela de Bellas Artes de Viena, a través de las galerías de Van der Voort, de Ibiza; Skira, de Madrid; y, sobre todo, la mítica galería Boades, con la que expuso durante más de dos décadas, exhibiendo su obra últimamente con la prestigiosa galería de Elvira González.
Respetado por todo el mundo artístico español, a pesar de su existencia retirada, Schlosser hizo exposiciones monográficas individuales en los centros y museos más destacados de nuestro país, como el Instituto Valenciano de Arte Moderno y el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela, entre otros. Era uno de los artistas más auténticos, intensos e interesantes que yo he tenido el privilegio de conocer personalmente y su huella me ha acompañado y me acompañará siempre.
Además de esculturas, Schlosser también hizo instalaciones en el paisaje, como la bellísima titulada La rosa de los vientos de 1988, que estuvo instalada en la península de La Magdalena de Santander y asimismo también hizo una obra para las rondas de Torrelavega en esta misma comunidad.
Por último, Schlosser era también además de escultor, músico, poeta y un profundo y lacónico pensador, como queda reflejado en alguno de sus escritos.
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