Por una vida digna
Soy una ciudadana de Madrid nacida en Rumania, siempre he tenido la suerte de poder tratar con orgullo el lugar de donde procedo, hasta que he visitado el consulado de mi país en Madrid. Mi idea era simplemente arreglar el papeleo que suponía poder conducir legalmente, así que, después de llamar durante dos días sin respuesta, decidí que lo mejor era acercarme al consulado para tramitarlo. Cuando llegué la excusa para explicarme el problema del teléfono fue que por costumbre no respondían debido a la afluencia de llamadas.
Después de tratar mi problema a través de una reja, no sé si el motivo tenga que ver con defenderse de los nuestros, o simplemente que el consulado cada día se parece más a un convento de clausura, me dieron cita para tramitar en otra fecha.
De nuevo me personé el día de la cita y me explicaron que me había equivocado de fecha, convocándome de nuevo para el 1 de noviembre (fiesta nacional). Otra vez me presenté con la intención de resolver el problema, pero evidentemente no había atención al público.
Después de ver cómo algunos paisanos intentaban resolver problemas más graves que el mío, a golpe de súplica ante aquellos funcionarios que a través de un patio rejado preguntaban: "¿tú qué es lo que quieres?", decidí marcharme y no dar más trabajo a los que, viviendo del mío, no me tratan como una persona.
Me solidarizo con todos aquellos que, al igual que yo, han sufrido el conseguir un permiso de trabajo en este país, el aprender un idioma que no es el suyo y el aguantar los comentarios que descalifican a "los rumanos", cuando lo único que quieren es llevar una vida digna. Espero que el Gobierno rumano tome las medidas oportunas para acabar con este desastre, que hace que durante el tiempo que estamos en el consulado no sintamos más que vergüenza por el trato que recibimos. Lo de conducir, ya es lo de menos.
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