ETA amarga
La banda de siempre consiguió ayer amargar la salida del largo puente festivo a miles de madrileños; pero eso es todo lo que consiguió. No es realista suponer que los cinco petardos que hizo estallar, tras avisar de su presencia, en sendas gasolineras de la red de carreteras de la capital vayan a contribuir a modificar ni mucho ni poco la política antiterrorista del Gobierno, reafirmada estos días por la vicepresidenta, Fernández de la Vega. En todo caso, servirán para desautorizar nuevamente al portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, que la víspera había declarado que la propuesta por él presentada hace tres semanas en el velódromo de Anoeta se vería muy favorecida con una tregua de ETA.
Pero ETA no quiere que le digan lo que tiene que hacer. Un efecto del proceso judicial que ha sacado de la legalidad a Batasuna es que ha diferenciado, por primera vez, los intereses del brazo político de los del militar. Ahora ya no sale gratis formar parte del entramado que dirige o controla ETA. Otegi tiene poco tiempo, hasta las elecciones de mayo, para mantener su presencia en el Parlamento de Vitoria, única institución en la que sigue presente su partido. Pero no podrá presentarse si no consigue convencer a ETA de que desista. Su proclamación en Anoeta de que Batasuna utilizará vías exclusivamente políticas es poco creíble mientras ETA siga actuando: extorsionando a los empresarios, amargando la vida a los que quieren disfrutar de unos días festivos, y manteniendo sus amenazas de asesinato o de considerar "objetivo militar" las sedes y actos de los partidos no nacionalistas.
Los ataques recientes contra sedes del Partido Socialista de Euskadi, tras meses sin apenas sabotajes de violencia callejera, parecen indicar una voluntad de poner a prueba la resistencia de ese partido, como a mediados de los noventa hicieron con el PNV. Son inseparables de las declaraciones ambiguas sobre posibilidades de negociación; o, mejor dicho, de la interpretación que el mundo etarra hace de esas declaraciones como indicio de la división potencial de los demócratas; razón de más para mantener la línea de firmeza frente a ETA y de exigencia frente a Batasuna.
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