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Urgencia de la reforma agraria

En las dos décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, casi todos los países subdesarrollados han realizado reformas en sus estructuras agrarias. Sin ser la panacea para los graves problemas sociales que aquejan la humanidad, esos programas presentaron, de manera general, resultados satisfactorios -especialmente cuando se considera lo que habría fatalmente ocurrido en su ausencia-.

En algunos casos, como las reformas agrarias realizadas en Japón, Taiwán, Corea del Sur, en los años finales de la década de los 40 del siglo pasado, el éxito fue evidente. Muchos analistas atribuyen a esos procesos, el boom económico que esos países experimentaron en los años 70 y 80 del mismo siglo.

Estudios realizados por la FAO, en el contexto de las Conferencias Mundiales para Evaluación de los Programas de Reforma Agraria y Desarrollo Rural, han registrado los beneficios que esos programas representaron para las poblaciones rurales, especialmente en los países subdesarrollados del Tercer Mundo.

El virage neoliberal de los años 80 y 90 restó prioridad a la reforma agraria. Al influjo creciente de ideas como privatización; reducción del rol del Estado en la economía; uso intensivo de insumos químicos; primacía del mercado etc.., el énfasis en la transformación de la estructura de tenencia de la tierra fue paulatinamente substituido por costosos programas de modernización tecnológica y de crédito agrario.

Esto ha representado una gran pérdida, porque las nuevas reglas del mercado internacional, derivadas de la globalización de la economía capitalista, han encontrado a las poblaciones rurales del mundo subdesarrollado completamente desprotegidas para hacer frente a las nuevas formas que adquirió el negocio agrícola internamente y a la competición internacional por los mercados de productos agrícolas.

Además, las políticas neoliberales han provocado una gran concentración del ingreso y esto alcanzó también a la renta generada en la explotación de la tierra. Obviamente poblaciones que ya se encontraban pauperizadas, han sido golpeadas más fuertemente que los otros sectores de la población.

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El gran aumento de la presión migratoria de los campesinos hacia las ciudades y de las poblaciones de los países pobres del hemisferio sur hacia los países ricos del hemisferio norte se debe, en gran medida, a la pauperización provocada por ese tipo de modernización. Sistemas agrícolas que apenas empezaban a consolidarse, en Asia, África y América Latina, a raíz de los esfuerzos de desarrollo realizados por los programas de reforma agraria en las décadas anteriores, fueron nuevamente desintegrados por las nuevas formas que el negocio agrícola vino a asumir. La perversa combinación de nuevas técnicas introducidas por las transnacionales del agrobusiness con estructuras agrarias defectuosas ha significado una fuerte reducción de la oferta de empleo en el medio rural. Teniendo en cuenta que la economía urbana no generó empleos suficientes siquiera para incorporar la población ya residente en las ciudades, la situación de la población rural se hizo dramática. De este modo, tenemos en el mundo actualmente centenares de millones de personas sin medios de satisfacer sus necesidades más elementales que se ven obligadas a emigrar.

Es una trágica ilusión pensar que ese gravísimo problema podrá ser solucionado con la implantación, en los países subdesarrollados, del modelo de agricultura de los países industriales adelantados, como los Estados Unidos, en que poco más del 3% de la población se ocupa directamente del cultivo de la tierra. La imposición de tales modelos en Asia, África y América Latina, por una combinación de presiones de las transnacionales del agrobusiness, de los organismos internacionales y de las élites locales, significa únicamente desalojo, miseria y violencia para la mayoría de la población rural.

Es urgente, por lo tanto, que la opinión pública mundial presione a los gobiernos con el fin de revitalizar el movimiento por la reforma agraria en todo el globo. El Forum Mundial sobre la Reforma Agraria, que arranca en Valencia este fin de semana (5 al 8 de diciembre), busca precisamente esa revitalización. Sobre la importancia de este evento, basta señalar que la necesidad de ese nuevo impulso a la reforma agraria no responde solamente a imperativos de justicia y de respeto a los derechos humanos, sino también a razones de seguridad política y ambiental, de interés para todos los países, incluso para aquellos que no presentan serios problemas de concentración de la tierra y pobreza rural.

En cuanto a la seguridad política, es útil acordarse de que ésta no es la primera vez en la historia de la humanidad que poblaciones miserables se desplazan hacia las regiones más desarrolladas para escapar de la hambruna y de la miseria. Eric Hobsbawm, en su análisis del siglo XX, señaló que la presión migratoria constituye uno de los mayores focos de conflicto internacional en el inicio del siglo XXI.

Por su parte, los ambientalistas han demostrado empíricamente los efectos destructivos de la sobreexplotación de suelos frágiles y poco propicios a la agricultura, por campesinos miserables sin posibilidades de lograr tierra de mejor calidad para poder sobrevivir.

Si todavía fuese posible eliminar los factores que hacen tan sombrías las perspectivas del futuro en este inicio de siglo, la reforma agraria se inscribe, indudablemente, como una de las alternativas más promisorias para eliminar el peligroso incremento de la pobreza rural.

Plinio Sampaio es economista, co-redactor del programa de Reforma Agraria del Gobierno brasileño, ex-diputado Federal, consultor de la FAO, profesor universitario y ex-secretario Agrario del Partido de los Trabajadores de Brasil. Presidente de la Asociación Brasileña de Reforma Agraria.

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