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Crítica:EQUIPAJE DE BOLSILLO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fragmento infinito

Una auténtica satisfacción que tras casi treinta años tengamos por fin una edición castellana accesible (y espléndida) de los diarios de Musil. (La de 1994 de la Institución Alfonso el Magnánimo de Valencia está agotada.) Como ha hecho la francesa (Du Seuil) y la italiana (Einaudi), ésta se aligera de partes prescindibles del minucioso aparato crítico de la original alemana de Adolf Frisé (Rowohlt, 1976), a quien Musil debe su renacimiento diez años después de su muerte, 1952, cuando este ínclito periodista del Hessischer Rundfunk, que murió el año pasado con casi 93 años, comenzó a publicar su obra completa. Junto con Ensayos y conferencias (Visor, 1992), constituye un material imprescindible para entender a Musil, para seguir una de las aventuras más bellas y profundas en el análisis de uno mismo, del tiempo que se vive, de las personas que se conoce, de la tarea del escritor y de los condicionamientos de la literatura en general.

DIARIOS (VOLÚMENES 1 y 2)

Robert Musil

Traducción de Elisa Renán

Debolsillo. Barcelona, 2004

Estuche dos tomos: 16,90 euros

Estos Diarios comienzan como "el nocturnario de monsieur le vivisecteur", un "bellísimo nombre" nietzscheano que Musil se da a sí mismo en la segunda página. ("Vivisector del espíritu": algo así como "el prototipo del futuro hombre cerebral"). Son como el nocturnario de los placeres solitarios de un vivisector de sí mismo, como las mil y una noches de aventura solitaria de un desmembrador o analista del espíritu. "Se trata del placer de estar solo conmigo mismo, completamente solo. De la oportunidad de convertirme en mi propio historiador, o de ser un científico que coloca su propio organismo bajo el microscopio". Comienzan en la placidez de la noche, a la luz de una vela imaginaria frente a un espejo imaginario que le devuelve la imagen de su rostro, o que devuelve a los nervios "la terrible voluptuosidad que nace del aislamiento". Y acaban con su autor "temblando de frío" mientras escribe con "la impresión de que me dirijo hacia el final" y con "pocos detalles ya en el recuerdo".

Musil escribió estos diarios durante más de cuarenta años, desde 1899, cuando con 19 años era estudiante de ingeniería industrial, hasta horas antes de morir de derrame cerebral el 15 de abril de 1942 en el pobre y olvidado exilio de Ginebra. Aunque pronto la lectura de Mach le mostrara "la posibilidad de una existencia predominantemente intelectual y sin embargo llena de sentido", es en estos diarios donde busca corroborar el sentido de la suya y el sentido de ese sentido, es decir, el sentido del trabajar y el del trabajo mismo. El sentido de la existencia de un hombre enterrado en vida por su trabajo, que duda del propio valor de ese trabajo; de un hombre que ha renunciado a casi todo por su pasión literaria, pero que ha de vivir a diario la angustia de la necesidad fatal de dedicarse a ella. Un trabajo de vivisector, nunca mejor dicho, de una época de crisis y caos, y de la confusión de sentimientos e ideas de los personajes embarcados en ella (él mismo incluido): "Vivíamos sobre un volcán, pero ni las almas ni los espíritus parecían darse cuenta". De vivisector del torbellino de la decadencia austro-húngara y de todo un orden de mundo con ella, tras ella y además de ella, en el que, de algún modo, como en Kakania (en tanto experimento global de la humanidad), sólo se vivía ya encerrado en sí y bajo mínimos, como en una especie de libertad negativa: "Siempre con la sensación de que no hay motivos suficientes para la existencia propia".

Y en esas circunstancias Musil pretendía, nada menos, la "conquista espiritual" del mundo, instaurar "otro estado" de cosas, una "segunda dimensión" del pensamiento (unido exacta y lógicamente al sentimiento), otro ser humano puro, sustancia pura, sin modos, sin accidentes, "sin atributos", olvidado plenamente de sí, desinteresado de todo. Como escribía aún el día de su muerte: un "paraíso", un "imperio milenario" o un "imperio del amor" donde se experimentara la unidad total (frente a un mundo despedazado y a una literatura decadente, en los que, como decía Nietzsche y repite él, "la vida ya no habita en el todo").

¡Y Musil fue una de las cabezas más lúcidas de la literatura del siglo XX! El hombre sin atributos, la obra de su vida, cuya gestación y realización (inacabada) abarca todo el tiempo de estos Diarios, forma, con el Ulises de Joyce y En busca del tiempo perdido de Proust, la trinidad novelística más selecta del siglo. Estos Diarios son como las memorias y cavilaciones de Ulrich (su protagonista), como si Ulrich, alguna noche al menos, hubiera poseído a Musil. En estos diarios (entre otras muchas cosas) está el origen, planes, borradores, estudios, materiales preparatorios, vicisitudes, gestación de personajes a partir de personas reales, etcétera, de esa novela mítica. Su misma claridad intelectual, perspectiva irónica, elementos místicos, o, como dice G. Steiner, rigor en la observación psicológica, misteriosa profundidad de las narraciones, capacidad para hacer que el pormenor íntimo sea representativo tanto de un planteamiento filosófico como de una crisis social, recorre también estos diarios, que, además de un fresco de la época, son, en ese sentido, el atelier del Gedankenarbeit, del trabajo intelectual, de Musil. De sus dos utopías fundamentales: la mística del "otro estado" y la más bien literaria y existencial del "ensayismo".

Ensayismo: experimento de vida, fragmentación del discurso. En general: sentido de la posibilidad. De las posibilidades nunca clausuradas, de las escisiones jamás reabsorbidas, dice Jacobo Muñoz en su luminosa introducción a estos diarios. Ensayismo en o de un presente que nunca es más que "una hipótesis más allá de la cual no se ha ido todavía". Un presente absoluto en su relatividad, pues se repite eternamente como hipótesis. Fragmento y ensayo infinito. Un modo de vida y de escritura de vida también hipotético, "en el ensayo y la retractación", al ejemplo de Dios, "que hace el mundo y piensa al hacerlo que bien podía haberlo hecho de otro modo". Si El hombre sin atributos permaneció fragmento y predicó el ensayo, los diarios son fragmento y ensayo. Como Musil mismo: un artista en gestación perpetua ("el absoluto jamás se alcanza").

LOREDANO

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