_
_
_
_
Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA ONU
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La construcción de la paz y el futuro de Naciones Unidas

Hace 15 años, el mundo se encontraba amargamente dividido por las estrategias para el desarrollo económico. Los países ricos respaldaban el consenso de Washington y el ajuste estructural, políticas que causaban un gran resentimiento en los países en vías de desarrollo y que eran acerbamente criticadas por los movimientos de la sociedad civil en el mundo industrializado. Se daba por supuesto que la ONU no contaba para nada en el asunto o, peor aún, que intercedía de forma especial a favor de los gobiernos corruptos y despilfarradores de los países en vías de desarrollo.

Hoy las cosas son ciertamente distintas. Las discusiones sobre la política de desarrollo -incluidas las que mantienen los principales países industrializados- se basan en amplios acuerdos entre los donantes y los receptores de la ayuda respecto a lo que cada uno necesita hacer para alcanzar el desarrollo. Tres reuniones internacionales clave -la Cumbre del Milenio de la ONU en 2000 y las conferencias de la ONU sobre la financiación del desarrollo en Monterrey y el desarrollo sostenible en Johannesburgo en 2002- han conducido a un memorable consenso internacional sobre la forma de hacer crecer las economías, aliviar la pobreza y proteger el medio ambiente.

¿Está justificada a veces la 'guerra preventiva' o es una simple agresión con otro nombre?
Más información
Annan nombra como jefe de su gabinete a Malloch Brown para impulsar las reformas en la ONU

Los Ocho Objetivos del Milenio para el Desarrollo, establecidos hace cuatro años, son los parámetros para medir el progreso en el desarrollo en 2015. Éstos incluyen reducir a la mitad la proporción de personas que padecen extrema pobreza y hambre; alcanzar la escolarización primaria universal; incrementar el poder y mejorar la condición de las mujeres; reducir drásticamente la mortalidad infantil y materna; detener la expansión del VIH / sida y la malaria; conseguir que todos los países adopten políticas que sean sostenibles desde el punto de vista social y medioambiental, y -de importancia crucial para poder alcanzar los otros- una colaboración global entre países pobres y ricos, basada en los mercados abiertos, la reducción de la deuda, la inversión y la ayuda financiera cuidadosamente orientada.

Sigue siendo muy incierto si lograremos alcanzar estos objetivos para 2015, especialmente en el África subsahariana, donde sigue siendo necesario un esfuerzo mucho mayor, tanto por parte de los donantes como de muchos gobiernos africanos. Pero por lo menos ahora tenemos acuerdos sobre lo que es necesario hacer para convertir el mundo en un lugar más justo y próspero. Lamentablemente, estamos aún bastante lejos de alcanzar un consenso semejante acerca de la forma de convertir el mundo en un lugar más seguro. En este tema las cosas en todo caso han ido a peor en los últimos años. Un momento de solidaridad global contra el terrorismo en 2001 fue rápidamente reemplazado por enconadas discusiones sobre la guerra de Irak, que resultaron ser sintomáticas de divisiones más profundas sobre cuestiones básicas. ¿Cómo podemos protegernos mejor los occidentales del terrorismo y de las armas de destrucción masiva? ¿Cuándo es permisible el uso de la fuerza y quién debe decidirlo? ¿Está justificada a veces la guerra preventiva o es una simple agresión con otro nombre? Y en un mundo que ha pasado a ser unipolar ¿qué papel debería desempeñar la ONU?

Estos nuevos debates se superponen a otros que surgieron en los años noventa. ¿Es la soberanía del Estado un principio absoluto o la comunidad internacional tiene la responsabilidad de impedir o resolver conflictos dentro de los Estados, especialmente cuando conllevan genocidio u otras atrocidades semejantes?

Hace un año designé un grupo de 16 distinguidos hombres y mujeres de todo el mundo con experiencia en distintos campos -político, militar, diplomático, económico y social- para que sugiriesen respuestas a dichas preguntas. Les pedí que evaluaran las amenazas que tiene hoy la humanidad y que hicieran recomendaciones sobre la forma en la que tenemos que cambiar tanto nuestras políticas como nuestras instituciones para poder hacer frente a dichas amenazas.

Hoy entregan su informe, Un mundo más seguro: una responsabilidad compartida. Sus 101 recomendaciones constituyen la serie de propuestas para alcanzar una respuesta común más exhaustiva y coherente que yo haya visto jamás. Ofrece una clara explicación y reafirmación del derecho a la defensa propia; directrices sobre el uso de la fuerza para ayudar al Consejo de Seguridad a abordar de forma más decisiva y dinámica tanto las atrocidades en masa dentro de los Estados como con los "escenarios de pesadilla" (aquellos que combinan terroristas y armas de destrucción masiva); un acuerdo sobre la definición de terrorismo (que la comunidad internacional había esquivado hasta ahora), y propuestas para impedir un torrente de proliferación nuclear y mejorar la bioseguridad. También contiene un surtido de propuestas prácticas para actualizar los organismos de la ONU -incluyendo el Consejo de Seguridad- y hacer más eficaz la Organización, especialmente en lo que respecta a la prevención y las misiones de paz.Y sobre todo explica la interconexión de nuestra era, en la que los destinos de los pueblos están entretejidos con las amenazas a las que se enfrentan. No solamente la amenaza contra una nación es una amenaza contra todas, sino que el hecho de no abordar una amenaza puede socavar nuestras defensas contra todas las demás. Un grave atentado terrorista en el corazón del mundo industrial puede devastar la economía mundial y arrojar de nuevo a millones de personas a la pobreza extrema. El desmoronamiento de un Estado en la zona más pobre del mundo puede abrir un enorme agujero en nuestra defensa común contra el terrorismo y las enfermedades epidémicas.

Pocos serán los que puedan leer este informe y seguir dudando si hacer de este mundo un lugar más seguro es una responsabilidad compartida, así como un interés compartido. El informe nos dice cómo hacerlo y por qué tenemos que actuar ahora mismo. Lanza firmemente la pelota al tejado de los líderes políticos. Yo les exhorto a que la recojan y hagan juego con ella. La oportunidad es demasiado importante para perderla.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_