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Columna
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El rey de la casa

Antes la mujer era el reposo del guerrero; hoy la mujer es la carnaza del matón. Algún antropólogo de pensamiento en salmuera sostendrá que, no obstante, la mujer ha mejorado su rol social: de objeto ha dado en sujeto, y ahora ya cuenta; ahora llega en demasiadas ocasiones, si bien no con el pan, pero sí con el certificado de defunción bajo el brazo. De cosa gozosa y útil, según, para uso y abuso del varón, puede devenir cuerpo cosido a perdigonadas, a golpes o a cuchilladas: ése es el precio de una dudosa igualdad de principios y derechos. De objeto de placer para el guerrero ha alcanzado la categoría de sujeto para la práctica de suplicios y humillaciones que el hombre puede perpetrar, casi con total impunidad. A un mes justo de finalizar el año, ¿aumentará el número de víctimas de un machismo que se magnifica en la paliza y se corona en el asesinato de su pareja? ¿Son los autores materiales de estas atrocidades, los únicos responsables de tanta carnicería? Mari Ángeles ha recibido ni se sabe cuántos pinchazos, con 18 años de edad y tres hijos, qué esplendor de vida y cuánta pena acumulada brutalmente y tan de golpe. ¿Le imputamos su muerte a su verdugo o la repartimos entre otras posibles autorías más sutiles, aunque no menos cobardes o indiferentes? Desde el silencio cómplice del vecino, hasta el error o el descuido judicial, desde la negligencia de los agentes de vigilancia, hasta la precaria eficacia de las órdenes de alejamiento, desde la insolidaridad y la despreocupación social, hasta la parsimonia de la ley. Lo recuerdo, ¿sabes? Recuerdo cómo estudiabas y analizabas el concepto de la familia y, en especial, la figura del padre, y cómo te divertía su gratuita titularidad de cabeza de familia, con tantos latines de por medio. Pero te irritaba que llamaran al nene el rey de la casa. Otro rey felón, me dijiste agitando el inventario de mujeres abatidas y degolladas por la violencia machista, en un solo año. Aunque, si me lo pienso, también es cierto que a ti nunca te han ido nada ni los reyes de la casa, ni los godos, ni los borbones. Tú, pero qué ideas.

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