La tentación del populismo
Josep Lluís Carod Rovira corre el peligro de convertirse en un característico de la escena política no sólo catalana, sino incluso española. El presidente de Esquerra, que bordó la campaña electoral de 2003 abriendo sensiblemente el horizonte ideológico y el espacio de representación de su partido, desde que salió del Gobierno parece cada vez más tentado por la opción populista, cuando no directamente demagógica. Responder al no al hockey sobre patines catalán con una propuesta de boicoteo a los Juegos Olímpicos de Madrid es un ejercicio de agitación que puede ser eficaz, pero entra de lleno en cualquier definición de demagogia. Por ejemplo, la de María Moliner: "Halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambición política". Sin duda, Carod sabe que a muchos catalanes, entre los que me cuento, no les hace especial gracia que Madrid tenga unos Juegos, por un surtido variado de bajas pasiones perfectamente explicable (que cada cual procura administrar con la mejor dignidad posible, según su propio criterio). Pero precisamente una de las tareas de la democracia, que es un sistema fundado en la deliberación, es decir, en la razón, es impedir que las bajas pasiones influyan más de la cuenta en la toma de decisiones. Ninguna decisión es puramente racional, y la complejidad de la economía humana del deseo está siempre presente en el escenario político. Los gobernantes que no lo han sabido captar han fracasado casi siempre. Pero de la existencia de una sentimentalidad política no se deduce que la política deba ser sentimental.
Si de lo que se trata es de conseguir agitación y ruido, la intervención de Carod Rovira es irreprochable. De pronto pone en situación incómoda al Gobierno del que su partido forma parte y al Gobierno español, del que sus socios son hermanos y que su partido apoya parlamentariamente; dispara los tradicionales recelos y desconfianzas que hay en Madrid respecto a Cataluña, y garantiza la reacción de esta permanente caricatura de sí mismo que es el españolismo más reaccionario. Es imposible más ruido con menos nueces. Carod piensa que cuanto más le ataque la derecha española mejor para él. Sí, pero hasta que este juego, por repetición, se convierta en un elemento más del paisaje. A fuerza de reiterar una y otra vez los mismos gestos Carod puede acabar convirtiéndose en aquel personaje, generalmente un actor caracterizado como de edad mayor a la que tiene, que responde siempre con las mismas ocurrencias y con los mismos gestos a cualquier situación que se produce. Primero, provoca interés, después risa y finalmente pasa a formar parte del decorado. ¿Qué tiene que ver Madrid 2012 con Fresno? Nada. Ni el Ayuntamiento de Madrid, ni el Comité Organizador de los Juegos pintaban lo más mínimo en Fresno. Se trata simplemente de sugerir que todo lo malo que ocurre en Cataluña es siempre culpa, por acción o por omisión, de este ente de perfidia que se llama Madrid, y capitalizar el resentimiento para que no lo capitalicen otros.
Sobre la política democrática, siempre rondan como una amenaza las nubes del populismo. Siempre hay en la escena actores tentados por la apelación directa al pueblo, dirigida a estimular los sentimientos y las pasiones de la ciudadanía más que a introducir elementos de razón. El populismo se presenta como portador de un sueño -algo que no está al alcance de la mano- y busca la legitimación en la idea de pueblo como una realidad orgánica, por encima de la suma de individuos. El episodio del hockey es un ejemplo de ello en versión menor: se crea una gran expectativa en torno a una decisión que se sabe que será negativa y después se capitaliza la frustración.
Pero de todas las características del populismo, la que me parece más importante es la que destaca Guy Hermet: la ruptura del tiempo normal de la política. Para decirlo en sus propias palabras "la temporalidad antipolítica de su respuesta, pretendida instantánea, a problemas o aspiraciones que ninguna acción gubernamental tiene en realidad la facultad de resolver o de colmar de manera repentina". La democracia tiene sus tiempos, el populismo intenta acelerarlos, y ésta es a mi entender la causa del riesgo de deriva populista de Carod Rovira. Carod tiene demasiada prisa por colmar su legítima ambición de ser presidente de la Generalitat. Al mismo tiempo, tiene conciencia de que tal como van las cosas quizá su momento tarde más de lo que él preveía. De ahí la recurrente contradicción entre él y su propio partido: sus acelerones son contestados por sus propios compañeros en el Gobierno catalán con matices que, en el fondo, expresan la diferencia de ritmos y de tiempos con los que razonan. Carod Rovira tiene en estos momentos a su principal enemigo en sí mismo. Su aparición en televisión con Juan Carlos Rodríguez Ibarra me hizo pensar, en algunos momentos, que Carod Rovira se podía convertir en el otro característico de la política española.
P. S.: La comparecencia de José María Aznar en la Comisión del 11-M confirma que la mejor noticia que este país ha tenido en mucho tiempo es su salida de la política activa. Aznar ya sólo aporta división, rencor y rabia.
Se comprende que rodeado de grandes escritores uno busque una metáfora para estar a la altura de las circunstancias. Pero hablar de la lengua como ADN de Cataluña, como hizo Maragall en México, acerca peligrosamente a las concepciones más organicistas y románticas de la nación. No creo que esto vaya con el cargo. Sería claramente exceso de celo.
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