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Tribuna:EL REGRESO DE JAVIER ARENAS
Tribuna
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Juguemos bien, juguemos limpio

El autor, ex secretario general del PP en Andalucía, afirma que el regreso de Javier Arenas a la política autonómica no sólo le conviene a su partido, sino también al PSOE porque se va a encontrar con una oposición más exigente y va a tener que salir de su "letargo"

Hace unos meses, Javier Arenas volvió a ocupar la presidencia del Partido Popular de Andalucía, tras ser nombrado por la Junta Directiva, a raíz de la renuncia de Teófila Martínez. Después, hace sólo unas semanas, fue elegido como presidente en el undécimo congreso de los populares andaluces. Se cerraba así un paréntesis temporal, personal y político, que había durado desde enero de 1999, hasta abril del 2004.

El hecho de que Javier arenas volviese a ser presidente del PP andaluz ha sido interpretado, a lo largo de estos meses, de muchas, variadas y contradictorias maneras. Desde los aplausos de los entusiastas internos hasta las malevolencias de algunos voceros de otros partidos, pasando por resentidos, incondicionales, aspirantes varios a lo que sea, partidarios sin freno, partidarios con ABS, amigos y enemigos, tanto desde dentro como desde fuera del PP. Hemos leído y escuchado valoraciones, cábalas, pronósticos e interpretaciones diversas.

Todo esto, guste más o menos, ha dejado clara una cosa y es que la presencia de Javier Arenas en Andalucía genera expectación, y ya de por sí, coloca el juego político en nuestra tierra en otra división. Una división en la que hace falta más inteligencia, más entrenamiento, más constancia y más dedicación.

Por tanto, lo que voy a afirmar ahora puede parecer chocante pero me parece que es cierto aunque, eso sí, necesita una explicación. Y es que la vuelta de Javier Arenas a Andalucía le conviene mucho al Partido Popular pero también le conviene mucho al Partido Socialista y por supuesto, le conviene a Andalucía.

Vamos a explicarlo. Al Partido Popular le conviene porque Arenas era, en estos momentos, el único dirigente andaluz del Partido Popular con los suficientes avales como para llevar a cabo una labor de renovación profunda, de revitalización de las estructuras internas del partido, de la incorporación de nuevas personas, de motivación de los militantes y de transmisión de ilusión por el cambio a muchos sectores indecisos de la sociedad andaluza. Esto es lo que hizo Arenas en 1994 y tiene que volver a hacerlo.

Lo dice él -y yo lo creo- que no ha venido a Andalucía para ayudar a hacer a Mariano Rajoy presidente del Gobierno, que también, sino para llegar a ser él presidente de la Junta de Andalucía. Por eso tiene ahora el PP un objetivo recuperado: el de ganar y un líder creíble dedicado a ello: Javier Arenas.

Al PSOE y al Gobierno de Manuel Chaves le conviene -no digo que le agrade- que el principal referente de la oposición sea el de Olvera. Y le conviene para despertar del letargo en el que está sumido desde hace demasiado tiempo. Han visto las cosas demasiado fáciles en la anterior legislatura, con unos complacientes socios de gobierno y una oposición resquebrajada y, desde las últimas elecciones con una recuperada mayoría absoluta que Chaves anhelaba desde 1994, pero que les está llevando a caer en una autocomplacencia peligrosa.

Los votos, y sólo los votos, justifican un gobierno, pero los votos no lo justifican todo y lo que no justifican es que se alardee de ellos para explicar errores e ineficacias. Por eso, el tener enfrente a un adversario político con experiencia, curtido en el Gobierno de España, aglutinador de su partido y conocedor de Andalucía, con la insolencia política necesaria para no dejarse arredrar por una mayoría absoluta, tiene que obligar al PSOE y a su Gobierno a jugar de una forma muy distinta de como lo ha venido haciendo hasta ahora.

Para hacer frente a la avalancha de proyectos, de iniciativas y de propuestas que el PSOE sabe que le espera por parte de un Partido Popular liderado por Javier Arenas, ni el Ejecutivo de Chaves, ni el partido que lo apoya, pueden seguir mirándose el ombligo ni aplaudiéndose ellos mismos.

Están obligados a reaccionar y la única forma inteligente de hacerlo es abandonar su actual pasividad y aceptar que, a partir de ahora, las reglas del juego van a ser mucho más exigentes, más duras y más competitivas. Y en esa situación sería un torpe estrategia pretender reducir el contraataque a la mera descalificación del adversario. Hay que aceptar el reto y tratar de hilvanar ese juego de mucha más altura que exige imaginación, denuedo, buena técnica, mejor plantilla y un buen esquema de organización.

Si todo esto es así -creamos en la utopía- la beneficiada será Andalucía, harta ya de actitudes vistosas en el insulto y estériles en la acción. La exigencia de mayor calidad en el juego político es una demanda que ha de ser escuchada y atendida por todos, pero el PSOE tiene que saber que la responsabilidad de gobierno obliga a un mayor rigor en la actuación y a la mesura en el talante y, sobre todo que no se pueden utilizar los resortes del poder para asegurarse la perpetuidad a través de la destrucción del adversario.

Quien gobierna está mas obligado que nadie al juego limpio y al respeto institucional. Bueno, pues eso es lo que queremos y exigimos muchos en Andalucía: respeto y juego limpio, por todos y para todos.

Juan Ojeda Sanz es periodista y ex eurodiputado del PP.

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